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Alberto Míguez

Quien siembra vientos

El gobierno español ha recogido, desde el primer minuto de la visita oficial de los Reyes a Siria, lo que había sembrado imprudentemente. Sólo a quien asó la manteca se le ocurre promover una visita de estas características a la dictadura alauita (la secta alauita es la que ocupa el poder desde hace muchos años en aquel país), un régimen dictatorial, promotor del terrorismo en la región y con el que además no existen relaciones políticas o económicas firmes.

Fue, como en el caso de la visita de Aznar a Gadafi, una veleidad oportunista a la que tan acostumbrados nos tiene la diplomacia aznariana. Justificar el viaje con el argumento de que España podría ayudar a la “transición democrática” siria y convencer a baby Assad, el dictador hereditario, de que abra las cárceles para los disidentes, proclame el pluralismo político y la libertad de expresión, parece una mala broma. Desde hace tres años, nada se mueve en Siria y la llamada “primavera de Damasco”, que algunos aplaudieron entonces, se ha esfumado. Este régimen feroz de partido único, policía política omnipresente y pobreza generalizada sigue siendo igual a sí mismo. No creo que esta visita lo haga cambiar.

Pero es que, además –y como era de esperar–, el dictador-oftalmólogo (en el siglo pasado, baby Assad fue médico de ojos en Londres) aprovechó la presencia de los soberanos españoles para hacer mangas y capirotes con todos los usos diplomáticos civilizados y las leyes de la hospitalidad. Calificó al gobierno israelí de “nazi”, aplaudió las manifestaciones contra la guerra en Irak (es decir, contra el gobierno de Aznar) y atacó ferozmente al gran hermano de Aznar, el presidente Bush. ¿Para aguantar estas inconveniencias de un dictador de tres al cuarto se han trasladado los Reyes a Damasco? ¿Era ése el objetivo del viaje? ¿Qué nueva visita real preparan Aznar y su pintoresca ministra de Exteriores? ¿Tal vez Irán o Corea del Norte?

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