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Alberto Míguez

¿Quién tiene razón?

¿Medio vacía o medio llena? En el futuro de las relaciones israelo-palestinas hay espacio para todo tipo de lucubraciones y fantasías. Algunos echaron las campanas al vuelo cuando vieron que la “hiperpotencia”, es decir, George Bush, asumía el padrinazgo de la operación y daba la cara entre Sharon y Abu Mazen con el mar Rojo al fondo. Pero hay algunas preguntas previas a tanta euforia que convendría responder con precisión. Como muestra, bien vale un botón:

- ¿Cuánto tardarán las organizaciones terroristas palestinas en lanzar alguno de sus kamikazes en territorio enemigo y asesinar a civiles indefensos? Hamas, la Yihad Islámica y el Frente Popular de Liberación palestino han dicho con claridad que no aceptan la tregua y seguirán asesinando civiles y militares israelíes, que para ellos es lo mismo.

- ¿Será capaz Abu Mazen de desarmar, controlar y desmontar las estructuras, bien organizadas y muy motivadas, de estas bandas criminales? ¿Puede hacerlo el virtual ministro del Interior palestino, Mohamed Dahlán? ¿Qué opina de los compromisos firmados en Akaba Yaser Arafat? ¿Está dispuesto a apoyar hasta el final a Abu Mazen?

- Cuando salgan a la calle los integristas israelíes para echarle en cara a Sharon su “traición”, ¿qué hará el Gobierno de Jerusalén? Cuándo haya que desmontar los asentamiento ilegales –en realidad casi todos– ¿qué harán el Ejército y la Policía? ¿Cómo responderán los votantes del Likud y de los partidos religiosos que garantizan la supervivencia parlamentaria del actual Gobierno? ¿Mirarán hacia otro lado, o derribarán la coalición? ¿Qué harán los laboristas?

- ¿Cuántos atentados de kamikazes serán necesarios para que la actual luna de miel se rompa y estemos de nuevo en el círculo infernal de atentado-represión-atentado? ¿Qué harán los gobiernos si se reanuda esta dialéctica infernal? ¿Y qué hará la UE, desaparecida en combate desde hace meses? ¿Tienen Chirac, Blair o Aznar la fórmula mágica que impida a los fanáticos acabar con la tenue esperanza de diálogo entre dos comunidades condenadas a entenderse? El optimismo obligado y de servicio del representante europeo, Miguel Ángel Moratinos, ¿se justifica ante tantas amenazas?

- Por último ¿el actual apaciguamiento israelo-palestino abrirá acaso la puerta a otra negociación más difícil todavía, la israelo-siria, sin la cual no habrá paz en la región? ¿Qué puede hacer Bush, si es que puede hacer algo, para recalentar un diálogo por ahora perdido?

Son preguntas y más preguntas que sólo el tiempo podrá responder. Y tiempo es precisamente el que falta dramáticamente. Si el problema se enquista, si la violencia vuelve a incrustarse en ambas sociedades como algo inevitable e incurable, los pesimistas tendrán razón. Lo malo en Oriente Medio es que casi siempre los pesimistas tienen razón.

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