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Alberto Míguez

Razones para dimitir

Portugal es, sin duda, uno de los países europeos en los que la democracia y las libertades arraigaron en los últimos años con más fuerza y mayor éxito. A eso hay que añadir un espectacular desarrollo económico y social sólo comparable con el de su vecino ibérico.

La tragedia que acaba de vivir el país hermano ha puesto de manifiesto que, si bien existen lagunas en sus infraestructuras fruto de cierto atraso y laxismo tradicional, la clase política posee el nivel de responsabilidad suficiente como para sacar conclusiones adecuadas y responder cuando debe apencar con ciertos hechos.

La dimisión del ministro de Obras Públicas, Jorge Coelho (uno de los hombres de confianza del primer ministro Guterres) y de varios secretarios de Estado, lo demuestran. Coelho asumió ante la ciudadanía y la opinión pública sus responsabilidades, aunque probablemente la culpa de lo sucedido no fuese ni de su ministerio ni de los altos funcionarios que ahora han caído con él sino más bien de las municipalidades y de los representantes locales del ministerio de Obras Públicas. La encuesta técnica lo dirá.

Esta dimisión es la demostración factual de que, cuando se producen accidentes de este tipo, existen responsabilidades políticas, además de las técnicas inherentes, y que los políticos deben asumirlas.

¡Ojalá el ejemplo cunda al otro lado de la “raia” o frontera hispano-portuguesa! ¡Ojalá en España este ejemplo de responsabilidad y dignidad se imite y se asuma, no como una excepción sino como obligación indeclinable en situaciones críticas en cualquiera de las parcelas del Estado! Ejemplos en que conjugar el verbo dimitir por parte de ministros y altos funcionarios sobraron en el pasado e incluso sobran ahora. Por ejemplo ¿no sería hora ya de que el ministro de Agricultura explicara de una buena vez la extraña historia de sus múltiples y por ahora oscuros negocios antes y después de la vaca loca?

Una dimisión prematura resulta a veces incomparablemente mejor que un cese tardío.

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