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Alberto Míguez

Reproche marroquí y coincidencias con Argel

La visita de Estado que hoy comienza el presidente de la República argelina, Abdelaziz Buteflika, a España hubiera pasado desapercibida si las relaciones hispano-marroquíes se procesaran en un ambiente de cordialidad y mutuo beneficio como fue el caso hace años. No es así, y lo primero que el gobierno de Rabat ha filtrado a través de sus unánimes medios de comunicación es que se trata de un acto de inamistad que podría tener consecuencias graves para España como si el régimen marroquí tuviese un droit de regard (derecho de control) sobre quien visita o no Madrid.

A Rabat se le ve el plumero y, sobre todo, empieza a reconocer ahora hasta qué punto ciertos actos gratuitos y provocativos –Perejil fue apenas un síntoma– tienen un alto coste. Así como España debería hacer un autoexamen en profundidad sobre qué falló y qué funcionó en las relaciones con Marruecos, no estaría mal que nuestros vecinos del Sur hicieran lo mismo con la misma severidad y sentido común.

Es de todos sabido que los regímenes marroquí y argelino no mantienen relaciones diplomáticas o de otro tipo, tienen las fronteras cerradas y se reprochan mutuamente dar cobijo a los terroristas (islamistas del GIA) o a los “separatistas” (del Frente Polisario). Tales reproches no son de ahora pero resultan especialmente graves en un momento en que el principal contencioso, el Sahara occidental, se encamina o bien hacia una solución internacionalmente consensuada o simplemente hacia el olvido.

La verdad es que nunca las relaciones entre los dos países habían sido tan malas y nunca tampoco el aislamiento regional de Marruecos (relaciones inexistentes con Argelia y malas con España y Mauritania, ¿quién da mas?), más evidente. La política exterior marroquí es unidimensional (USA y Francia son sus únicos y exclusivos valedores) y todo indica que así seguirá mientras no haya un cambio de rumbo o un golpe de timón. Es poco probable que Mohamned VI, prisionero del majzén (establecimiento) y de los militares pueda operar este cambio. O que quiera, que viene a ser lo mismo.

España ha tenido que escoger la opción argelina ante la cerrazón y el sectarismo marroquí. Con Argelia, España no tiene contencioso alguno y en cambio comparte muchos puntos de vista, entre ellos la lucha contra el terrorismo sean cuales sean sus características. Las relaciones hispano-argelinas son estables y progresivas en el terreno económico y comercial. Cada día más empresarios e inversores españoles se instalan en el país, algunos de ellos tras haberse ido de Marruecos y haber pagado el alto precio de unas relaciones degradadas o haber perdido segmentos de mercado por razones simple y llanamente políticas.

Asombra que un régimen como el marroquí, donde hay todavía gentes supuestamente sensatas, haya dejado que las cosas llegasen tan lejos con España, un país inevitablemente vecino y que constituye su acceso natural a Europa. Buteflika en Madrid no hablará obviamente de las relaciones hispano-marroquíes ni es necesario. Se limitará a establecer las bases de una relación sólida y duradera mediante la firma de un Acuerdo de Amistad y Cooperación que es idéntico al que España firmó con Marruecos en 1991: eran otros tiempos. La diferencia es que este acuerdo entre Madrid y Rabat no ha servido para nada a la hora de la verdad.

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