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Alberto Míguez

Restaurar la autoridad

Minutos después de haber anunciado la lista del nuevo Gobierno francés, el primer ministro Jean-Pierre Raffarin dijo: “Hemos venidos a restaurar la autoridad republicana y a luchar contra la inseguridad”. Mas claro, agua.

Raffarin ha puesto en marcha un curioso equipo de gente donde se cruzan los “chiraquianos” más ortodoxos con varios empresarios, un médico, un director de orquesta, un socio-ecólogo, un escritor, un ex presidente de un club de fútbol y una mujer, a quien, por cierto, le ha correspondido la cartera de Defensa. La edad media ronda los cincuenta años y el nivel social es medio-alto.

Hay entre ellos políticos profesionales, altos funcionarios, administradores de empresas, profesores y hombres de negocios. Su ideología oscila entre el populismo conservador (Chirac), el centrismo (UDF de François Bayrou) y el liberalismo (el primer ministro es liberal y cuatro ministros más también lo son). La derecha conservadora está ausente y lo mismo cabe decir de la extrema derecha, acantonada en sus santuarios y preparando las elecciones legislativas de los próximos días 9 y 16 de junio. Igual que la izquierda, que se la juega también en estas elecciones.

Es un Gobierno “de misión”, no de transición ni transitorio. Tiene, advirtió el primer ministro, vocación de durar y hacer cambios en profundidad. Pero cuenta en realidad con menos de cuarenta días para hacerlo porque no es descartable que en las elecciones que vienen el centro-derecha pueda perder y gane, de nuevo, la “izquierda plural”. Habría entonces que reeditar la llamada “cohabitación” (un presidente de derechas con un Gobierno de izquierdas), una eventualidad que les pone los pelos de punta a todos porque culpan de la crisis actual a este uso político tan francés. Le Pen y la ultraderecha fueron solamente los inductores necesarios.

Dos ministros, Nicolas Sarkozy, de Interior y su adjunto, Patrick Devedjian, serán los encargados de poner en marcha el mecanismo letal para acabar con la delincuencia, la inseguridad y el caos que domina algunos barrios suburbanos y zonas rurales. Mediante un nuevo organismo –el Consejo de Seguridad Interior– deberán insuflarle moral a las diversas policías, mejorar el sistema penitenciario, reformar a fondo la justicia, pacificar las escuelas y liceos, acabar con la delincuencia infantil y juvenil, que de todo hay, etc. Son esos sus objetivos más visibles y más difíciles de alcanzar. Tienen poco tiempo para tan ambiciosos proyectos. La gente en Francia está muy harta de promesas incumplidas y buenas palabras: exige resultados, hechos, realidades. Les sobra razón.

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