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Alberto Míguez

“Statu quo ante”

Lo que más sorprende de las reacciones posteriores a la impecable intervención española en Perejil hace apenas unas horas son los complejos que se están manifestando en la cháchara mediática. Todos los escribientes, tertulianos, editorialistas, analistas, comentaristas y demás infame turba entre la que me cuento acompañan la aprobación y el regocijo por una operación bien hecha y justa, con advertencias y recomendaciones para no convertir lo que es un acierto en una apoteosis. Les da miedo, al parecer, que el acierto ciegue a sus gestores y piden casi a voz en grito la recomposición de las relaciones con Marruecos, una voluntad generosa con los agresores y a punto están de proponer a los mojaznis (guardias) que ocuparon dicho islote el 11 de julio para el premio Nobel de la Paz. Es de cajón que tras estos días de julio convendría mejorar y/o replantear nuestras relaciones con Marruecos que tienen importancia para ambos países. Pero de ahí a convertir al gobierno marroquí o a Su “Majeskí” (como llaman sus súbditos a Mohamed VI por su excesiva afición al skí acuático y a la siesta) en los héroes de esta película y casi pedirles perdón por lo que de forma tan eficaz como justa se hizo en el momento preciso, va un buen trecho.

A esta acomplejada actitud ayuda sin duda el tono misericorde y “bon enfant” que la señora ministra de Exteriores, Ana Palacio, nueva en esta plaza derrocha con bondad infinita. Desde luego, mal empezamos. Desde que la legión descendió en Perejil, doña Ana viene repitiendo cada cuarto de hora que España está abierta a cualquier sugerencia marroquí con tal que se asegure el mantenimiento del “statu quo ante” una fórmula que recuerda aquella de Felipe González (se escribe Glz., según Umbral) de la “cuota parte”. Pero la más divertida de cuantas reflexiones se han hecho es una columna que acabo de leer donde se advierte al gobierno (“advierto por última vez al Pentágono” escribía el pintoresco Pedro Gómez Aparicio en la “Hoja de lunes” de Madrid) que la reposición del “statuto quo ante” -¡otra vez!- será carísimo porque obligará a mantener un pelotón en el islote y porque, además, pone en peligro la estabilidad del Mediterráneo occidental. Toma ya. Como si la estabilidad en el Mediterráneo y en ese Magreb de todas las batallas se fundara en la identidad de quienes ocupan el islote y no en los pavorosos problemas que las naciones del Norte de África sufren esencialmente por la corrupción y descaro de sus dirigentes, la locura integrista, la desigualdad y la rapiña,etc

Quienes hacen estas reflexiones y ofrecen estos consejos tan bondadosos harían bien en leer los comentarios de los medios de comunicación marroquíes estos días y el tono general utilizado por políticos y demás fauna para juzgar lo sucedido estos días. Mientras aquí nos dedicamos casi a pedir perdón por haber hecho lo que era lógico y justo allí se califica la operación de declaración de guerra, agresión inadmisible, confrontación militar y otras lindezas. Qué duda cabe que las relaciones con Marruecos deben recomponerse en el futuro. Qué duda cabe que es del interés mutuo mejorar estas relaciones en todos los terrenos. Pero conviene no ser pánfilos ni sectarios: dos no riñen si uno no quiere y dos no se reconcilian si ambos no lo desean. La reconciliación con España ¿es una prioridad de la política exterior marroquí? Tengo profundas dudas de que así sea.

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