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Alberto Míguez

Submarino: la feria de los despropósitos

La divisa náutica según la cual donde hay patrón no manda marinero debería adaptarse a los nuevos tiempos y ser reformulada: cuando el patrón habla, estalla la algarabía verbal de los grumetes. La recopilación de todas las declaraciones, evaluaciones, mensajes tranquilizadores, chistes y chascarrillos generados por el submarino “Tireless” atracado en Gibraltar, daría para una antología del despropósito administrativo. Nunca un asunto de tan poca entidad había adquirido tanta importancia política a causa de la torpeza e insensatez de quienes deberían precisamente resolverlo, tranquilizando de paso a la ciudadanía que cada día está más alarmada.

Hace unos días, José María Aznar se pronunció por el traslado de la nave desde el Peñón a su base de Davenport para su reparación. Horas después, la Oficina de Información Diplomática (OID) desmintió que el gobierno español hubiera solicitado del británico tal acción y, curándose en salud, el ministerio de Defensa inglés advirtió a renglón seguido que la hipótesis del traslado en las actuales circunstancias era poco probable porque representaba un riesgo inasumible. Al quite, como siempre, el ministro de Exteriores, Josep Piqué, interpretó a su modo las declaraciones de Aznar y dijo que lo dicho era el reflejo de un deseo pero no una petición formal de traslado.

Por si faltaba algo para amenizar el entremés, el nuevo líder del partido socialista -lo de nuevo es una broma navideña- tras calificar la actuación del gobierno y de su presidente en este asunto como una prueba suplementaria de “incompetencia y desfachatez”, añadió que la OID había desmentido a José María Aznar al aclarar que nadie le pidió a Blair por ahora que alejara el submarino de la bahía de Algeciras.

Sólo la ignorancia supina o la inmadurez irremediables pueden explicar esta acusación de Zapatero contra la OID, un organismo que es la voz de su amo. Y cuyos funcionarios deben trasmitir o trasladar la opinión del ministro o de sus colaboradores con un máximo de fidelidad y sentido común, aunque no siempre sea fácil porque en ciertas latitudes del Palacio de Santa Cruz lo que falta dramáticamente es precisamente eso. Si el director de la “Oficina”, el veterano embajador Alberto Aza (que hizo sus primeras armas precisamente en la OID antes de ser uno de los más astutos “fontaneros” de Suarez en La Moncloa durante la transición), fuese tan insensato como para corregir o desmentir al presidente del gobierno, Piqué lo hubiera destituido en un segundo.

De modo que todo apunta a la mano pecadora del titular de Exteriores: de la OID no sale una línea ni se pronuncia una palabra que no haya sido previamente fiscalizada por don Josep Piqué, la gran esperanza blanca del catalanismo popular, sector pesebrista.

Cuando se carece de ideas o se cabecea a causa de lo que Jimenez Losantos describió como “el efecto opiáceo de la mayoría absoluta” suele recurrirse a la palinodia verbal: se discuten las palabras, se interpretan las frases, se utiliza el lenguaje cheli, los chistes del loro y los chascarrillos. Todo ello para ocultar evidencias apabullantes.

Una de ellas es que hace muchos meses que el gobierno español y su presidente hubieran debido solicitar, pedir, suplicar, sugerir, apuntar o como quieran llamarlo, al gobierno de Su Majestad británica que el submarino de la discordia abandonara aquellas aguas porque no eran el mejor lugar para hacer las reparaciones precisas y porque, además, su presencia allí, cuanto más se alargase, más alarma y preocupación provocaría entre la población del Campo de Gibraltar.

Algo tan sencillo como que el mejor lugar para reparar la avería de un submarino nuclear debe ser la base donde habitualmente se hacen estos trabajos en el Reino Unido y no una bahía superpoblada con la susceptibilidad a flor de piel para este tipo de asuntos, no les cabía al parecer en la cabeza a los ilustres ministros y secretarios de Estado que se encargan de la cosa exterior.

Y fieles al principio de no hacer olas, se dedicaron durante semanas y meses a expedir mensajes tranquilizadores que a nadie tranquilizaban, mientras la situación se degradaba y la plataforma anti-submarino, la Junta de Andalucía, la oposición parlamentaria, ¡hasta el gobierno de Gibraltar! entraban a saco e iniciaban el fuego graneado contra el gobierno, su presidente, los ministros (Defensa, Exteriores, medio ambiente), el Consejo de Seguridad Nuclear y todos cuantos tenían algo que ver en el desaguisado. Para completar el cuadro, se inició la letanía de declaraciones y desmentidos en el que ahora nos hallamos.

La pregunta que ahora se hacen muchos es qué ocurrirá si, como parece probable, los británicos se niegan en redondo a atender la sugerencia o el “el deseo” (Piqué) de Aznar y el submarino se queda hasta el verano próximo mientras los otilios y pepes gotera de la Navy completan la chapuza.

El gobierno español cree que el tiempo será el bálsamo que cure la incesante metedura de pata porque, como decía el general Franco, hay dos tipos de problemas, los que el tiempo resolverá y los que no tienen solución. Mientras el “Tireless” siga varado en Gibraltar este despropósito no lo resuelve el tiempo y, además,no tiene solución.

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