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Alberto Míguez

Tarde, mal y nunca

El rey Mohamed VI acaba de cometer un error inesperado al indultar al periodista Alí Lmrabet sólo comparable con el de haberlo encarcelado y previamente haber clausurado los diarios que este periodista marroquí dirigía y que, por supuesto, han desaparecido del modesto panorama mediático. Hacía tiempo que organizaciones internacionales de periodistas, Amnistía Internacional, representantes de países amigos y vecinos (Francia y España entre ellos) llevaban solicitando la liberación del periodista que inició hace dos semanas su segunda huelga de hambre. El indulto representa una cesión a tantas solicitudes. Pero llega tarde, mal y nunca.
 
El monarca marroquí y sus consejeros prefirieron mantener al periodista en la cárcel sometido a todo tipo de abusos y amenazas para demostrar que con la monarquía alauita no se juega y que quien se atreve, la paga. De un plumazo se cargaron todas las esperanzas nacidas al socaire de la entronización en el trono del "joven rey" o el rey de los pobres como algunos rastacueros españoles le llamaban hace algún tiempo. La ilusión de una transición democrática en Marruecos se ha esfumado en los últimos dos años, como se esfumaron otras esperanzas de prosperidad, justicia social, respeto a los derechos humanos, lucha contra la criminalidad organizada, fin de la supremacía del majzén y los cortesanos sobre el gobierno y las instituciones parlamentarias, etc.
 
Pero lo peor de este indulto tardío ha sido el marco utilizado para concederlo: nada menos que una instancia llamada "equidad y justicia" arbitrada para cerrar las heridas producidas en los llamados "años de plomo" (1960-1990) y que van desde las desapariciones a las largas detenciones en secreto, las torturas en centros especiales de la policía política, los crímenes históricos (como el asesinato de Ben Barka), los latrocinios consentidos y promovidos del régimen, etc, etc. Al tiempo que Lmrabet era indultado lo eran también los asesinos del poeta y político Omar Benjellum, una forma de homologar el crimen a la crítica tal vez porque toda crítica en el régimen marroquí es un crimen.
 
La imagen del rey de Marruecos sale gravemente deteriorada de este episodio que con inteligencia y sentido común se hubiera podido resolver antes siquiera de que estallara. Pero elmalik(rey, soberano) ha querido dar una lección y lanzar una advertencia a sus súbditos: quien osa meterse con la monarquía, se la juega y paga. Es dudoso que la advertencia tenga consecuencias y logre cercenar el movimiento hacia la libertad de prensa en que de una manera u otra están involucrados todos los periodistas del reino, sea cual sea su ideología. Pero sobre todo es dudoso que la monarquía alauita crezca en prestigio y respeto en el exterior. Sinceramente, el caudal de esperanza depositada en su figura se agotó hace meses: cada día se parece más a su padre, el temible y astuto Hassan II. Pero sin su inteligencia y mano izquierda.

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