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Alberto Míguez

Un bofetón inesperado

En plena apoteosis de aniversarios y exaltación belicosa, Castro y su régimen acaban de recibir un bofetón inesperado en Ginebra. Sinceramente, pocos lo esperaban, el que menos el propio tirano que había anunciado entre vítores y aplausos de sus guardaespaldas que Cuba había ganado ya la votación de Ginebra. Cálculo erróneo, prepotencia gratuita.

De la condena sorprenden, sobre todo, las abstenciones. Es patético ver al gobierno colombiano prisionero de la guerrilla inspirada por La Habana, al México “nuevo” de Fox (no hay remedio, el estilo PRI es inmortal) apabullado por un régimen sanguinario, al pobre Perú y al no menos pobre Ecuador a la deriva que no saben - no contestan y al coloso brasileño cada vez mas enano sin atreverse a levantar la voz. Con estos países y este paisanaje, hay razones más que sobradas para temer que el futuro iberoamericano sea cada vez más sombrío.

Hay también que celebrar que los países de la Unión Europea hayan votado en bloque pese a la jugarreta francesa que no logró apoyo. Buen indicativo de las intenciones secretas del socialista o sociolisto Jospin y sus amigos mitterrandistas.

Ya se sabe que este tipo de condenas a Castro y sus sayones les importan un bledo y seguirán cometiendo todo tipo de crímenes y tropelías contra sus enemigos, es decir, contra toda la población. Pero la votación de Ginebra señala algo que los amigos del tirano, aquí y allí, intenta disimular: la desafección y desprecio hacia un régimen arcaico y agresivo al que sólo aplauden los cómplices en el genocidio, los mercenarios y los idiotas sin remedio.

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