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Alberto Míguez

Un visado contra los cubanos

Desde que el ministerio del Interior tuvo la brillante idea de exigir a los cubanos que hacen escala en Madrid camino de Moscú, Praga u otros destinos, un “visado de tránsito” hay varias decenas de infelices en la ya famosa Sala 3 de candidatos a la expulsión. Su delito principal es haber nacido en una dictadura feroz con la que a veces los países democráticos pactan y chalanean para sacarse de encima problemas mayores.

Cuando el aeropuerto de Barajas se convirtió en una de las escasas salidas para los cubanos que deseaban abandonar el infierno castrista, los cerebros del ministerio de Rajoy no pararon hasta que se inventaron este sello obligatorio. Además de discriminatorio para estos ciudadanos –no se exige a los latinoamericanos que pasan por Barajas en escala técnica, ni siquiera a aquellos que necesitan visado obligatorio para entrar en España como por ejemplo colombianos, dominicanos o peruanos–, es fruto del arbitrio del gobernante y se aliña con algunas gotas de irracionalidad e incoherencia.

Hasta ahora las autoridades españolas hacían la vista gorda. Presionadas por los medios de comunicación o algunas voces aisladas en la clase política (pocas, reconozcámoslo), iban permitiendo con cuentagotas que quienes aprovechaban la escala de Madrid para pedir asilo fueran autorizados a solicitar la residencia en España y quedarse a veces como primera etapa para acceder a Estados Unidos donde estaba su familia .

Todo esto se ha terminado con el “visado de tránsito” para evitar que se forme una avalancha por el embudo de Barajas. En los últimos meses, casi tres mil cubanos pudieron utilizar esta vía para salir de su país y darle un corte de mangas a los cancerberos cubanos.

Pocas emigraciones y emigrantes se adaptan mejor a la vida española que la cubana y los cubanos. Pocos países mantienen con orgullo mayores y mejores semejanzas con España que Cuba. Sin caer en comparaciones que son siempre odiosas un magrebí, un srilankés, un chino o kosovar tienen muchas mayores dificultades para integrarse en la vida española que un cubano, un ecuatoriano o un peruano. Pero ni en Ecuador ni en Perú ni en Colombia hay una dictadura tan feroz y represiva como en Cuba: a nadie se le prohibe salir de estos países ni necesitan utilizar el subterfugio de una escala técnica para huir. ¿Por qué, entonces, tanta imaginación y tanta mala fe para impedir que estos cubanos –finalmente, muy pocos si se compara con otros latinoamericanos que llegan a miles todos los años y se instalan legal o ilegalmente– llegue a España? ¿No habíamos quedado que el gobierno español deseaba una emigración selectiva mediante cupos o sin cupos?

No se trata de discriminar a nadie por su nacionalidad, idioma, cultura o religión sino de ayudar a quienes huyen y, además, quieren integrarse en este país, donde, por cierto, necesitamos una mano de obra competente, pacífica y honrada, algo que a los cubanos les sobra y a nosotros nos falta.

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