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Alberto Míguez

Unidos por la espalda

Portugal es, desde hace un siglo, la gran asignatura pendiente de España. Españoles y portugueses son “hermanos” siameses unidos por... la espalda.

El mayor reproche que los portugueses hacen a sus hermanos ibéricos es la indiferencia que rebosan hacia un país singular, orgulloso de su independencia, extrovertido durante siglos en ultramar, inventor de pueblos y destinos, cuya huella en la cultura universal no es precisamente leve.

Aquí se ignora sistemáticamente a los grandes escritores lusos (el gran Eca de Quieroz, los no menos grande Miguel Torga, Fernando Namora, Agustina Bessa Luiz, Cardoso Pires, Ferreira de Castro) aunque se festeja al peor de ellos: el pelmazo de José Saramago. Se desconoce a los grandes pintores (la inolvidable Elena Vieira da Silva), se descubre a los grandes arquitectos (Alvaro Siza), cantantes (Amalia, Carlos do Carmo, Zé Afonso, Dulce Pontes) y directores de cine (Manoel de Oliveira está estos días en cartel).

Y aunque todo eso llegue tarde y arrastre significa, sin embargo, que algo está cambiando y que la llamada “fractura peninsular” es apenas un mal recuerdo.

Se avanzó mucho, en efecto, desde que ambos países ingresaron en la Unión Europea (el mismo día, por cierto) y forman parte de la misma alianza defensiva. Estamos mucho más cerca desde que nuestras economías convergen y los empresarios de un lado y otro de la “raia” (frontera) llenan los aviones entre Madrid y Lisboa o entre Oporto y Barcelona.

La penetración comercial y financiera española en el vecino ibérico es espectacular. Pero no llega: España no está presente en su cultura y su arte. Esa es también parte de la asignatura pendiente.
Bien está vender automóviles, centrales térmicas y naranjas, bien está invertir en la banca o en los seguros. Pero la mejor inversión española en Lusitania debería ser cultural, artística, lingüística. ¡Qué gran labor le espera allí al Instituto Cervantes si quiere o le dejan cumplirla!

Ojalá la percepción de nuestras carencias en Portugal constituya el gran activo de esta tercera visita de Estado de los Reyes al país ibérico. Don Juan Carlos sabe de lo que habla porque habla un portugués correctísimo y conoce ese gran país mejor que la inmensa mayoría de los españoles. Allí vivió casi toda su vida el exiliado más largo de la historia de España, don Juan de Borbón, con el que las gentes de mi generación tenemos una deuda impagable y al que la democracia española tiene el deber ineludible de recordar en su generosidad y grandeza.

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