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Alberto Míguez

Viaje a ninguna parte

Pocas personalidades políticas más antagónicas que el coronel Muammar El Gadafi y José María Aznar. Pocos regímenes más distantes y distintos que la democracia española y la satrapía libia. Y sin embargo... helos ahí entre sonrisas y ósculos, bajo la “jaima” del coronel y la curiosa mirada de las macizas amazonas que se ocupan de la seguridad del líder libio.

Pocas veces también una visita de Estado o de trabajo (o de las dos cosas, no está claro) había tenido menos justificación que ésta. Desde hace más de diez años ningún dirigente democrático asomaba la nariz en aquel próspero espanto policial entre otras razones porque Gadafi era el promotor, padrino y protector de terroristas de toda laya y condición desde los palestinos a los saudíes pasando por los irlandeses y seguramente también, los vascos. Hasta tal punto era cierto que el propio coronel terminó reconociéndolo públicamente para a reglón seguido echar mano de la cartera e indemnizar generosamente a los parientes de las víctimas de dos aviones comerciales (uno norteamericano y otro francés) que sus agentes derribaron.

Tras haber pagado a tocateja varios cientos de millones de dólares, los mismos que hasta antes de ayer acusaban al coronel de genocida, ahora avalan su honorabilidad planetaria mientras cuentan los billetes. He aquí una prueba excelsa de moralidad internacional. Las razones por las que Aznar viaja a Libia, además de incomprensibles, rozan el disparate y la provocación. ¿Cómo es posible que el más firme heraldo de la lucha contra el terrorismo internacional, que manda tropas españolas a Irak para luchar precisamente contra ese tipo de terrorismo, rompa el aislamiento justificadísimo del coronel libio y lo gratifique con esta visita? ¿Es Gadafi menos terrorista de lo que era Sadam Hussein? ¿Es el régimen libio menos criminal de lo que era el iraquí?

Las otras razones ofrecidas por los portavoces de la Moncloa (qué tropa, qué puñado de ignorantes e inútiles burócratas) son igualmente surrealistas. Gadafi y Aznar se reúnen para arreglar el conflicto palestino-israelí: pero ni Gadafi, que carece de la más mínima relación con Israel (tampoco la tiene con Arafat, a quien aborrece) ni Aznar se hablan con Sharon. Otra razón: Libia no tiene acuerdo alguno con la UE, es el único país del Norte de África que no lo tiene pero, sinceramente ¿alguien se cree que la visita de Aznar va a servir para promover ese acuerdo y establecer una luna de miel euro-libia?

Las últimas razones son de carácter económico. Se trataría de lanzar unas relaciones comerciales desequilibradas. A Libia, que vende a España petróleo y gas, le interesa que sigan así, es decir, desequilibradas... a su favor. Y sobre todo, le interesa que la enorme deuda con España no se satisfaga, como viene haciendo en los últimos veinte años. Si lo no ha hecho hasta ahora ¿alguien cree que lo hará tras la visita de Aznar? Divina ilusión.

En un tema tan delicado como el terrorismo hay que hilar muy fino, máxime cuando se utiliza para justificar determinados compromisos internacionales tan impopulares entre la opinión pública nacional como inexplicados. Esta visita ayuda a confundir y asombrar al personal de a pié y de a caballo. O de a camello.


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