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Alberto Míguez

Votar para nada

Nadie sabe muy bien por qué extrañas razones votan los franceses, este domingo, en un referéndum inútil sobre la supresión del septenato en la presidencia de la República y su sustitución por un mandato de cuatro años.

Por supuesto, ni siquiera lo saben –o al menos no lo dicen- el presidente de la República, Jacques Chirac y el primer ministro, Lionel Jospin que se han puesto de acuerdo en esta solemne tontería que hubiera podido resolverse con una simple votación en la Asamblea de la República.

Dado que todos estaban de acuerdo sobre la propuesta (políticos, juristas, constitucionalistas, opinión pública) sólo un solitario ejercicio de masoquismo ha podido llevar a esta votación en la que la abstención podría superar el setenta por ciento y en la que, finalmente, nadie gana y todos pierden.

Sólo el ridículo Charles Pasqua, un socias del cómico Fernandel que amenaza a los paseantes con sus modos de pit-bull, está en contra del cambio de mandato de modo que el resultado está cantado y el interés de los electores, nulo. Muchos aprovecharán este domingo soleado para pasear y pocos se acercarán a las urnas.

Francia atraviesa malos momentos políticos con un presidente acuciado por graves acusaciones de corrupción y un primer ministro cada vez más impopular gracias a otra desgraciada iniciativa: la autonomía de Córcega.

El problema estriba en que las perspectivas de que la vida política gala se regenere y los ciudadanos recuperen el entusiasmo democrático son nulas. El proyecto ilusionante que algunos desean deberá esperar. Varios años, como mínimo.

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