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Alberto Recarte

Crecimiento, pero menos

La mayoría de los institutos económicos nacionales predicen un crecimiento en torno al 2,5 % para 2003. El FMI, por su parte, acaba de rebajar las expectativas de la economía española hasta el 2,7%. Todos los vaticinios se sitúan por debajo, aunque no demasiado, del 3% utilizado por el gobierno para elaborar los presupuestos.

Las caídas en las bolsas en los últimos diez días, la subida de los precios del petróleo ante la incertidumbre que significa el conflicto con el régimen iraquí, las malas noticias macroeconómicas en la mayoría de los países desarrollados, el aumento de los déficits públicos en casi todos ellos, y el debilitamiento de las expectativas de los consumidores han acentuado el pesimismo para lo que queda de 2002 y confirma que el objetivo del 3% de crecimiento del PIB para 2003 no tiene apoyos racionales.

En el caso de la economía española, los únicos factores positivos para 2003 son el aumento del consumo de las familias, que puede esperarse del previsto descenso del IRPF, y el, al parecer, imparable aumento de inmigrantes que se dan de alta en la seguridad social. Gracias a ellos, el crecimiento, en mi opinión, se acercará al 2%, pero no alcanzará esa cifra.

¿De dónde salen la mayoría de las predicciones, que elevan el crecimiento hasta el entorno del 2,5-3%? En primer, y casi único, lugar, de la supuesta recuperación de la economía mundial –empezando por la americana– en 2003. Hace unos meses, la recuperación se fechaba en el segundo semestre del 2002, pero, ante la evidencia de una desaceleración más pronunciada, se ha decidido, porque sí, que 2003 es el año del relanzamiento. A su vez, esta recuperación descansaría en una mayor inversión en bienes de equipo, que tendría que aumentar para reponer lo obsoleto y, también –aunque esto es razonamiento circular– para atender una mayor demanda de los consumidores (que, a su vez, circularmente, aumentaría por el crecimiento general de la economía).

Sólo hay razones estadísticas y proyecciones históricas para suponer que la economía está a punto de comenzar la recuperación. Esas razones se concretan en los períodos medios de descenso en las bolsas, tras máximos de actividad, y en el tiempo que tarda en producirse la recuperación a partir de esas fases; en la duración media de las crisis y en la de los períodos de no crecimiento. Son explicaciones positivistas, mecanicistas, típicas de los economistas que utilizan modelos neoclásico-keynesianos; a mí me convence mucho más la explicación austriaca, que atribuye el papel fundamental en el inicio de un nuevo ciclo expansivo a la recuperación del ahorro y a la subsiguiente inversión, llevada a cabo para acortar los procesos productivos y conseguir, en consonancia, mayor productividad y mayores beneficios.

Desde este punto de vista, nada garantiza que la recuperación de la economía mundial vaya a producirse a principios del 2003. De hecho, no hay forma de predecir con certeza cuál será la evolución económica, aunque es bastante evidente que todavía no ha terminado el proceso de ajuste que está curando los excesos de sobreinversión de los noventa. En este sentido, lo lógico sería, como se ha expuesto en anteriores artículos, un debilitamiento del crecimiento en España, que sólo corregirán el descenso del IRPF y la incorporación de inmigrantes a la actividad productiva.

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