Menú
Alberto Recarte

El descenso de precios: las ventajas de la deflación

Es preciso reconocer y recalcar que la deflación, cuando se pertenece a un área con una moneda no nacional, como el euro, es la única forma de recuperar el equilibrio económico para los países miembros que hayan cometido excesos de gasto y endeudamiento.

El presente ensayo de Alberto Recarte, que constará de tres entregas, es un análisis de la situación actual de la economía española y de sus perspectivas de recuperación a medio plazo y largo plazo. Puede consultar la primera entrega.

Junto con el ajuste en el ahorro de los hogares y empresas y la reducción de la tasa de FBCF en relación al PIB, que es una evolución positiva en estos momentos, lo más positivo de la economía española es la evolución del Índice de Precios al Consumo (IPC), que en agosto de 2009 ha sido un 0,8% inferior al de agosto 2008, mientras en el conjunto de la Unión Monetaria ha sido negativo en 0,2%.

Esa evolución responde a la contracción de la oferta monetaria en España, mucho más pronunciada que en el resto de la Unión Monetaria. Recuerden que la inflación es un fenómeno monetario y que su evolución depende del comportamiento, en los meses anteriores (entre 6 y 12 meses), de dicha oferta monetaria.

En España, la contracción de la oferta monetaria, la M3, es más intensa que en el resto de la Unión Monetaria. En la Unión Monetaria en 2008 la M3 creció un 9% y en los 5 primeros meses de 2009 lo ha hecho en cero. En España en 2008 la M3 creció un 1% y en los cinco primeros meses de 2009 ha disminuido en un 1%. La demanda de crédito que bancos y cajas residentes en España consideran solvente ha disminuido y la disposición de la banca a financiar a determinados sectores empresariales que tienen, obviamente, un futuro económico más incierto se ha reducido por el temor a la morosidad y los impagos y sus consecuencias en la gobernabilidad de dichas instituciones. Estas políticas pueden ser acertadas o no. En cualquier caso, la actual política crediticia es muy cauta. Lo primero es sobrevivir. Y esto vale tanto para los Consejos de Administración como para los equipos gestores de la mayoría de las entidades financieras. El desplome de la actividad de la economía española crea incertidumbre sobre la solvencia de la banca. Ningún préstamo o crédito es seguro, porque la retracción del consumo y la inversión y la pérdida acelerada de empleo convierten a muchas empresas y familias en riesgos potenciales. Sólo se salvan las administraciones públicas, las propias entidades financieras y las grandes empresas que prestan servicios cuasi-públicos porque son "demasiado importantes para que puedan suspender pagos". Adicionalmente, los créditos y préstamos que concede el sistema financiero español a los residentes en España se hace a tipos muy altos en relación con los que la banca está pagando por su pasivo, por los depósitos. En la actualidad, los depositantes de la banca reciben un interés en torno al 1%, pero los créditos a familias (excepto los concedidos para compra de viviendas con garantía hipotecarias) y a las empresas tienen, en promedio, diferenciales de entre el 1,5% y el 5% sobre el euribor. Y las comisiones de todo tipo han aumentado espectacularmente.

La banca en España está decidida a obtener resultados positivos sobre la base de créditos y préstamos a tipos finales muy altos, mientras el coste de sus pasivos es muy reducido. Esa política, sin embargo, quizá logre resultados positivos, pero que serán, en la mayoría de los casos, notablemente más bajos que en 2008, porque los mayores ingresos por los nuevos préstamos y créditos tienen que compensar cuatro factores negativos:

  1. El volumen de negocio, estancado o en retroceso en cifras absolutas.
  2. Las pérdidas derivadas de créditos fallidos o las provisiones por morosidad, según el estadio en que se sitúen los retrasos en los pagos o si son definitivos o recuperables.
  3. Los menores ingresos por los créditos y préstamos concedidos a largo plazo a tipo variable ligados al euribor y
  4. El coste de una estructura que todavía no se ha achicado.

Por otra parte, se ha reducido la demanda de crédito. Las empresas con suficiente liquidez la conservan por lo que podría ocurrir y la necesidad de invertir en modernización o ampliación de capacidad casi ha desaparecido.

La mayoría de las empresas tienen capacidad instalada suficiente para incrementar su producción sin nuevas inversiones y sin contratar a más personal. Sólo se producirá un aumento de la inversión o de la necesidad de capital circulante cuando la economía haya dejado de contraerse. En ese momento, las empresas que hayan sobrevivido quizá se encuentren con un mercado mayor que el que tenían antes de que comenzara la recesión y sólo entonces se plantearán la necesidad de aumentar su capital y su financiación externa.

Por su parte, las familias han reducido sus necesidades de financiación. Las compras de viviendas se siguen reduciendo a ritmos superiores al 30% sobre las cifras, ya mermadas, de 2008. Y mientras, la inmensa mayoría de las familias paga sus créditos hipotecarios y de otro tipo. En conjunto, por tanto, la menor demanda de créditos ya se refleja en una disminución del nivel de endeudamiento hipotecario de las familias. Ese descenso es compatible con el aumento de los activos financieros de las familias, tanto por un mayor ahorro como por la recuperación del precio de muchos de los activos financieros.

El resultado final de esas decisiones, tanto por parte de las entidades financieras como de las familias y las empresas, se traduce en la evolución que hemos analizado de la M3 en España. Los bancos y cajas tiene mayor capacidad crediticia porque tienen mayores recursos líquidos, pero esa capacidad no se refleja en mayor actividad crediticia por las razones expuestas. Se trata de un fenómeno que afecta a la mayoría de las economías más endeudadas; por eso es inútil que los bancos centrales se empeñen en aumentar todavía más la liquidez. Ni la oferta de crédito bancario ni la demanda está, afortunadamente, en sus manos. Ni en las de los gobiernos

El que la inflación sea negativa, aunque responda a la contracción de la demanda es una magnífica noticia. Sólo si nuestros salarios se reducen en torno al 10% en relación con los de los países miembros de la Unión Monetaria podremos volver a crecer. La inflación negativa significa, indirectamente, la recuperación de la competitividad. El coste de la inflación negativa es enorme, porque refleja la poca actividad económica, el deseo de ahorrar, la desconfianza en el futuro y, en definitiva, la situación de la banca, pero es preciso reconocer y recalcar que la deflación, cuando se pertenece a un área con una moneda no nacional, como el euro, es la única forma de recuperar el equilibrio económico para los países miembros de ese área que hayan cometido excesos de gasto y endeudamiento.

Lo que resulta inconcebible es que el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero no haya reconocido en los Presupuestos Generales del Estado para 2009, cuál era su objetivo de inflación. Ese objetivo, que a finales de 2008 era evidente que estaría cercano a cero, es fundamental para que se apliquen las cláusulas de revisión salarial de la mayoría de los 5.000 convenios colectivos que existen en España. El Gobierno no lo ha hecho y, en cambio, en una disposición legal de orden menor, decidió una revisión de las pensiones del 2%, no porque pensara que esa podría ser la inflación que ocurriría en 2009, sino por un planteamiento puramente electoralista.

Los sindicatos, en plena huída hacia delante, repitiendo inopinadamente su actuación irresponsable de finales de los años ochenta y primeros de los noventa, han decidido que "el 2% es el objetivo de inflación" y, en consecuencia, están solicitando subidas salariales del 2% más el diferencial que figure en cada convenio colectivo. En un momento en el que estadísticamente, según el Instituto Nacional de Estadística, se han perdido 1,3 millones de empleos en los últimos doce meses y con la tasa de desempleo en el 18,5% de la población activa.

La irresponsabilidad principal es, por supuesto, la del Gobierno. Y la tercera, tras la de los sindicatos, es la del PP, el principal partido de la oposición. ¿Han oído ustedes al señor Montoro pedir moderación salarial a los sindicatos? ¿Le han oído, a él o al señor Rajoy, pedir al Gobierno que fije un objetivo de inflación? Y todos, Gobierno, oposición y sindicatos saben que la única vía para alcanzar el equilibrio y poder volver a crecer y crear empleo es que nuestros salarios se reduzcan en relación con los de los países miembros de la Unión Monetaria.

Compre aquí el Informe Recarte.

En Libre Mercado

    0
    comentarios