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Alberto Recarte

Revisión a la baja

En apenas dos meses la mayoría de los institutos económicos especializados españoles y extranjeros, la OCDE, el FMI y la Comisión Europea, han revisado la tasa previsible de crecimiento de la economía española para 2002 hasta cerca del 2%. El propio Ministerio de Economía español también ha anunciado que reducirá la cifra de crecimiento, inicialmente fijada en los presupuestos generales del Estado en el 2,9%. Una serie de nuevos datos apoyan esa revisión. En primer lugar, el crecimiento del tercer trimestre de 2001, que el Banco de España ha calculado en el 2,5% y, en segundo lugar, la recesión de los Estados Unidos, el absoluto estancamiento de Europa, la depresión dentro de la depresión de Japón, el contagio del sur y sudeste de Asia y la crisis de Latinoamérica.

España no es una isla. La suma de importaciones y exportaciones alcanza casi el 70% del PIB, lo que nos convierte en una economía muy abierta al exterior, con los intercambios muy concentrados en una Europa que ha dejado de crecer. Por esa vía, con unas menores exportaciones, o con las mismas, pero con márgenes más reducidos o negativos, se contagia la crisis a España. Las empresas españolas más en contacto con el exterior ven reducidos sus beneficios y se encuentran con un exceso de capacidad que les fuerza a no invertir en 2002 y a rebajar los precios interiores para intentar compensar en España su falta de ventas en el exterior. Esta vía de contagio de la debilidad exterior se va a acentuar y explica, en gran parte, la revisión de las cifras de los organismos internacionales.

Por contra, hay dudas —a las que me sumo— sobre el avance del crecimiento correspondiente al tercer trimestre de 2002 que ha hecho público el Banco de España. Un 2,5% tan sólo, no parece compatible con la fortaleza que mantiene el consumo. Por eso, me parece más creíble el Ministerio de Economía —que mantiene para el presente ejercicio un crecimiento del 3%— que la Comisión Europea —que lo rebaja hasta el 2,7%. En esta apreciación juega su papel el hecho de que los españoles, antes de la conversión a euros el próximo año, se están gastando una parte del dinero negro existente en forma de billetes en pesetas. Esta valoración contribuye, asimismo —la otra cara de la moneda— a la reducción de las expectativas de crecimiento para 2002, una vez haya pasado el efecto euro.

Sí, efectivamente, el crecimiento de la economía española fuera del 2%, sería un enorme éxito por contraste con lo que ocurre en el resto de Europa. Incluso en comparación con Irlanda, que muy probablemente reducirá su crecimiento hasta el 3% en el presente ejercicio y que proyecta una cifra similar para 2002. Con esas expectativas, es lógico que también hayan cambiado las proyecciones fiscales. El Ministerio de Hacienda español mantiene que el déficit se evitará, pero se está viendo obligado a proponer subidas de impuestos sobre el alcohol y los carburantes para lograr ese objetivo. Y en países como Alemania, se cree que el déficit se acercará al 3% del PIB, y en Francia, al 1,5% del PIB.

La única esperanza de evitar un enfriamiento prolongado vuelve a ser la economía norteamericana. Si, como auguran una parte importante de los economistas, la economía se recuperara en el primer semestre, sus efectos benéficos podrían notarse en Europa y el resto del mundo a finales de 2002. Si la recuperación se retrasara, como parece, en mi opinión, más probable, 2002 será el año más difícil, el año de los ajustes. Los más optimistas —entre ellos Rodrigo Rato— apuestan a que antes de que el enfriamiento internacional termine por congelar nuestra economía, ésta pudiera recuperarse por el nuevo impulso norteamericano. Veremos.

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