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Alberto Recarte

Un reto y dos obstáculos

La economía alemana sigue renqueante tras la deglución de la Alemania del Este, hace ahora diez años. La absorción de un país de 17 millones de personas, que había vivido 45 años de dictadura comunista y economía planificada, está siendo mucho mas costosa de lo que se pensaba, incluso para un país tan solvente como era la Alemania Federal de finales de los años 80.

Los perjuicios ideológicos izquierdistas y los planteamientos de la social democracia europea no habían podido aceptar que el grado de putrefacción de la economía y la sociedad germano oriental fueran tan elevados como después se ha comprobado. La tesis oficial en la Europa democrática bienpensante es que la Alemania comunista era el país mas avanzado entre los países del Este, con un nivel aceptable de tecnología, preparación e infraestructuras. Todo era falso, empezando, como es natural, por las estadísticas.

Y en la realidad no está siendo tan sencillo poner remedio a cuarenta y cinco años de destrucción de la libertad en todos los ámbitos vitales. Si se quiere, lo mas sencillo ha sido hacer las infraestructuras. Y lo mas complicado esta siendo educar, formar y aceptar la libertad como norma de comportamiento.

Y todo ha sido mucho mas difícil de lo que debería por la decisión del ex canciller Kohl de canjear los marcos orientales por occidentales al tipo de uno por uno, cuando en el mercado negro la relación de canje era de ocho a uno. Cierto que los atónitos orientales agradecieron el gesto -votando a la democracia cristiana- , pues una moneda inservible de la que tenían grandes existencias sirvió instantáneamente, sin necesidad de trabajar, para comprar cualquier bien o servicio capitalistas. Pero, simultáneamente, condenó a la improductiva y anticuada industria de Alemania Oriental a la indigencia, porque a ese tipo de cambio nada era competitivo ni en la Alemania Oriental , ni en al Federal, ni en el resto del mundo.

El problema se agravó cuando el gobierno alemán aceptó la exigencia de los sindicatos occidentales de ir igualando los salarios en toda Alemania al margen de la productividad de las industrias orientales. El resultado ha sido un desempleo en Alemania Oriental que hoy todavía ronda el 18% y que obliga a la antigua Alemania Federal a transferir a la Oriental recursos del orden del 5 por ciento del PIB cada año. La deuda publica de la Alemania unificada se acerca, en la actualidad, al 65 por ciento del PIB; antes de la reunificación se situaba en el 40 por ciento.

Las recientes declaraciones del canciller Schroeder defendiendo la debilidad del euro como conveniente para la economía alemana se entienden mucho mejor si recordamos la situación de la Alemania Oriental y las dificultades que el tipo de cambio del uno por uno supuso para su economía. Será preciso que pase, al menos, una generación, y probablemente dos, para que los malos hábitos comunistas queden arrinconados y la falta de prudencia del ex canciller Kohl se asimile por el sistema productivo.

La reunificación ha coincidido con un periodo de falta de reformas en la economía alemana, que continúa siendo una economía intervenida y con una enorme dependencia del gasto público.

En definitiva, a un reto, la absorción de la Alemania comunista, se han sumado dos obstáculos: el tipo de cambio de conversión de los marcos orientales y el mantenimiento de una economía intervenida, cada vez más anquilosada y con un tremendo peso del gasto público.

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