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Alejandro A. Tagliavini

La ayuda que no ayuda

La asistencia estatal no solo fracasó, sino que sirvió para financiar y fortalecer Estados contrarios al mercado, cuando no dictaduras totalitarias, que retrasan el desarrollo de los pueblos y los martirizan.

Andrés Oppenheimer escribe buenas columnas, pero en "Los recortes de Bush en América Latina" se equivoca al decir que "Washington está perdiendo influencia en America Latina: mientras el presidente venezolano Hugo Chávez está robándose los titulares con promesas de dar cerca de 3.700 millones de dólares al año a sus vecinos, el presidente Bush quiere reducir los 1.200 millones a la ayuda externa que está dando Estados Unidos a la región".

Estados Unidos es impopular. Según la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, con fama de "progresista", en Santiago, Brasilia, Montevideo y Buenos Aires el 70% de los encuestados consideró a EE.UU. imperialista. Pero una proporción similar no lo considera enemigo. La mala imagen es global. Una encuesta del Pew Research Center reveló que hasta en Alemania, Francia, Gran Bretaña y Holanda, el régimen de Pekín –donde no existe libertad de expresión y sí violaciones a los derechos humanos– tiene mejor imagen que Estados Unidos.

Esto demuestra lo equivocado de Oppenheimer. Si la popularidad se basara en la ayuda estatal, Estados Unidos, el país que más ha regalado en toda la historia mundial, debería ser súper popular.

William Easterly, profesor de economía de la Universidad de Nueva York, demostró el fracaso de esa política. EEUU y sus aliados destinaron más de 1 billón de dólares para ayuda externa desde 1945, pero los países que más recibieron hoy tienen más problemas, mientras los que mejor se han desarrollado recibieron menor ayuda.

Benjamin Powell y Matt Ryan, del Independent Institute, señalan que Estados Unidos y sus socios en la OECD han contribuido con ayuda a regímenes como el de Sudán, "el peor dictador del mundo", otorgándole "más de 6.000 millones de dólares". "La OECD contribuyó con asistencia a todos los 20 peores dictadores del mundo que, en conjunto, recibieron 55.000 millones de dólares". La asistencia estatal no solo fracasó, sino que sirvió para financiar y fortalecer Estados contrarios al mercado, cuando no dictaduras totalitarias, que retrasan el desarrollo de los pueblos y los martirizan.

La ayuda debe ir exclusivamente a instituciones privadas, para no fortalecer a Estados parasitarios, y debe ser distribuida exclusivamente por el sector privado, para evitar que los funcionarios utilicen los fondos políticamente, sin importar la eficiencia de los resultados. Un buen ejemplo es la organización privada Cáritas que, sólo para el tsumani del 2004, distribuyó 450 millones de dólares.

Ni siquiera las agencias multilaterales sirven. Por ejemplo, al fundarse la UNCTAD, la renta per cápita de los países pobres era de 212 dólares anuales, contra 11.400 dólares en los países ricos. Cuatro décadas después, en los países pobres ha aumentado solo 55 dólares, mientras que en los ricos se triplicó.

En cambio, si los gobiernos unilateralmente, sin reuniones con opíparas cenas para hablar del hambre de los pobres, destrabaran el comercio mundial, aumentarían los ingresos anuales de los países en desarrollo en 350.000 millones de dólares y de los países ricos en 170.000 millones de dólares, sacando de la pobreza a 144 millones de personas alrededor del mundo.

La popularidad de Chávez se debe a su demagogia y a la utilización de sus petrodólares para comprar voluntades y hacer propaganda socialista. En Latinoamérica, la impopularidad de EEUU se debe a que sólo se interesa por los problemas migratorios, del narcotráfico y las actividades ilícitas que conllevan. Como escribió Mary O'Grady en The Wall Street Journal, los esfuerzos patrocinados por EEUU para erradicar los cultivos de coca han volcado a muchos campesinos hacia izquierdistas como Evo Morales. Y según Gary S. Becker, la guerra contra las drogas le cuesta a EEUU más de 100.000 millones de dólares anuales.

Si ese dinero y el de las ayudas estatales no se le quitaran a través de impuestos al sector privado, resultaría infinitamente más beneficioso porque multiplicaría lo que Oppenheimer reconoce: "la ayuda extranjera constituye apenas una pequeña parte de las contribuciones financieras de Estados Unidos a América Latina. Si uno cuenta los 20.000 millones de dólares anuales en inversiones norteamericanas, los 40.000 millones en remesas que anualmente envían a sus países los latinoamericanos y los 276.000 millones en exportaciones latinoamericanas que EEUU compra todos los años."

Para Susan Martin, de Georgetown University, cada dólar que los emigrantes envían a casa se traduce en 3 dólares de crecimiento en la economía local. De ese modo, la libertad de inmigración ayudaría mucho más que las donaciones de Washington.

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