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Alejandro Macarrón

Se agudiza la recesión demográfica

Nuestras escuálidas tasas de fecundidad nos conducen a ser un país decrépito y menguante, en la macabra senda del suicidio demográfico.

Nuestras escuálidas tasas de fecundidad nos conducen a ser un país decrépito y menguante, en la macabra senda del suicidio demográfico.

Según las cifras de población residente que publicó hace un par de semanas el INE, entre el 1 de octubre de 2011 y de 2012 pasó algo no visto desde el durísimo año 1939: hemos perdido gente, declive demográfico del que tuvimos un anticipo en el primer semestre de 2011, y que habría comenzado ya hacia el año 2000 si no hubieran venido millones de inmigrantes.

En síntesis, en los últimos doce meses:

  • España perdió 45.000 habitantes, en un proceso acelerado en los últimos trimestres. Aún nace algo más de gente de la que fallece, gracias a la aportación en bebés de los inmigrantes, pero con las tendencias actuales ese saldo también será globalmente negativo en pocos años, como ya lo es para los españoles autóctonos.
     
  • Abandonaron el territorio nacional unas 120.000-150.000 personas más de las que se instalaron en él. Esto es bueno para aliviar las filas del desempleo, pero muy preocupante como señal. Y es una rotunda refutación de la tesis facilona de que la bajísima tasa de natalidad española no es preocupante, porque ya vendrán inmigrantes extranjeros a aportar la población que nos falta por engendrar tan pocos niños. Vendrán... o se irán.
     
  • España envejeció y se empezó a vaciar de jóvenes. Respecto de hace un año, a 1 de octubre de 2012 teníamos 154.000 habitantes adicionales con 65 años o más, y 201.000 menos por debajo de esa edad. Y en la vital franja de 20 a 35 años perdimos en el último año la friolera de 420.000 personas, un 4,1% del total.
     
  • Perdieron habitantes dos de cada tres provincias y CCAA, y casi todas si se contara sólo a los españoles autóctonos. Únicamente ganaron algo de población residente Andalucía, Madrid, la Comunidad Valenciana, Murcia, Canarias y Baleares. Pero en las cuatro primeras lo que aumenta es la gente con más de 64 años, mientras disminuye la de menos de 65.
     
  • Cataluña fue la comunidad autónoma que más población perdió: 38.000 personas en total (y 66.000 menos por debajo de 65 años), algo probablemente relacionado con la que está cayendo allí.
     
  • El País Vasco fue la comunidad autónoma donde la población disminuyó más en proporción (un 1% del total, 21.000 vascos menos), dato asimismo muy llamativo, por ser ésta una de las CCAA donde la crisis económica es menos aguda y hay menos desempleo.
     
  • Nació un 3% menos de niños. Fue el cuarto año consecutivo de caída de la natalidad, lejos ya del repunte que ésta experimentó entre 1999 y 2008 debido a los inmigrantes.

Parece cosa lógica que, al socaire de la crisis económica, la demografía no evolucione de forma positiva. Y no sería especialmente preocupante si se tratase de un mero bajón coyuntural. Pero lo que de verdad está pasando es que la intensa recesión económica que nos aflige ha hecho aflorar de forma anticipada la depresión demográfica estructural a la que estamos abocados por nuestras escuálidas tasas de fecundidad de las últimas décadas, que nos conducen a ser un país decrépito y menguante, en la macabra senda del suicidio demográfico, en que no sólo peligran las pensiones, sino los demás fundamentos del bienestar y la prosperidad de nuestra sociedad.

Necesitamos, sí o sí, muchos más bebés, para que haya un vigoroso renacimiento demográfico, en España y muchos otros países también aquejados de infertilidad voluntaria masiva. A este respecto, no es cierto que el obstáculo principal contra la natalidad en España sea la crisis económica, por más que ésta implique en lo inmediato alguna caída adicional en la tasa de fecundidad. Cuando todo iba bien, en el largo ciclo expansivo de la economía entre 1994 y 2007, los españoles no teníamos más niños que ahora. Y en Alemania, sin desempleo ni burbuja inmobiliaria, con una renta per cápita mayor que la nuestra, y donde parece más fácil que aquí la conciliación entre vida laboral y familiar, la tasa de fecundidad es tan baja como la española. Tener o no tener hijos es cuestión, sobre todo, de valores y prioridades en la vida.
 

Alejandro Macarrón Larumbe, autor de El suicidio demográfico de España.

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