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Alicia Delibes

Cien años de enseñanza pública

El Ministerio de Educación inauguró hace unos días, en la Biblioteca Nacional, una exposición conmemorativa de los cien años de su existencia. A pesar del interés que Pilar del Castillo ha mostrado desde que se inició la preparación de la exposición por no “herir susceptibilidad alguna” el Partido Socialista pide la retirada del catálogo.

Al día siguiente de la inauguración, Amparo Valcarce, portavoz de educación del PSOE en el Congreso, mostró su indignación ante una frase escrita por uno de los autores del catálogo de la exposición que, tras no regatear alabanzas a la LOGSE, acusa a los socialistas de haber caído en el “abuso de la mayoría absoluta, cesarismo, presidencialismo y arrogancia política”.

El autor de tamaños insultos, Manuel Puelles, catedrático de política y administración educativa de la UNED, fue Secretario General Técnico en el Ministerio de Educación cuando era ministro Maravall y estuvo por tanto muy ligado a las reformas educativas de los gobiernos del PSOE. Quizás alguien explicó todo esto a la diputada socialista porque ese mismo día las críticas cesaron.

Superado ese primer desconcierto, Valcarce vuelve a la carga e insiste en que el catálogo debe ser retirado; esta vez alega la injusticia histórica. Dice que esa “infame” publicación no habla del que fue secretario de Estado de Educación durante los gobiernos de Felipe González , Álvaro Marchesi, ni del gran pedagogo, fundador de la Escuela Moderna, Francesc Ferrer i Guardia. Tiene razón Valcarce al echar en falta a Marchesi, y tiene razón al decir que sin él “no se entiende la educación en España”, pues ha sido el principal ideólogo de la LOGSE, el experto pedagogo que hizo realidad la que durante años había sido la utopía socialista: “la misma enseñanza para todos los españoles”.

Aunque Marchesi haya sido uno de los mayores responsables del desaguisado educativo que vivimos, parece injusto que pueda alguien mencionar su nombre unido al de Ferrer i Guardia, fundador de la Escuela Moderna de Barcelona. Los que conocieron a Ferrer le señalaron como cómplice e instigador de Mateo Morral, el anarquista que el 31 de mayo de 1906 lanzó una bomba contra la comitiva real a su paso por la calle Mayor de Madrid que acabó con la vida de más de 20 personas.

Claro que se debía haber hablado en el catálogo de la exposición de la Escuela Moderna, y se podía incluso haber reproducido la carta que tras el fusilamiento de Ferrer, acusado y condenado de participar en los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, Unamuno dirigió a Jiménez Illundáin: “Se fusiló en perfecta justicia al mamarracho de Ferrer, mezcla de loco, tonto y criminal cobarde, a aquel monomaníaco con delirios de grandeza y erostratismo, y se armó una campaña indecente de mentiras, embustes y calumnias”. Y se debía haber incluido en la exposición, porque ya va siendo hora de empezar a desmitificar la figura de ese revolucionario educador, santón de los pedagogos progresistas.

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