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Alicia Delibes

El fracaso matemático de los bachilleres

Hace un par de semanas El Periódico de Cataluña recogía los resultados nefastos que en las pruebas de Matemáticas habían obtenido los alumnos de selectividad. En el editorial se comentaba este fracaso con unas palabras de crítica hacia la política educativa del gobierno carentes de toda ingenuidad: “el aznarismo ha centrado el debate de las sucesivas contrarreformas educativas en la enseñanza religiosa, en la competición horaria entre lenguas y en que el enfoque de la historia sea políticamente correcto para el PP. (…). Lo pagaremos”.

El pasado lunes el diario El País insistía en las malas notas que nuestros bachilleres habían sacado en las asignaturas científicas y relacionaba esta noticia con las conclusiones que acaban de ser publicadas por el Senado sobre una ponencia que, a petición de un grupo de expertos en enseñanza de las ciencias, se creó en septiembre de 2001 con el objetivo concienciar a los políticos y a la sociedad de la “grave situación que atraviesa la desastrosa formación científica en España”.

Según El País, los expertos han llegado a la conclusión de que se deben “reforzar cuanto antes las enseñanzas de las ciencias, replantear la formación inicial y permanente de los futuros maestros que explicarán estas materias a los niños, incrementar las horas dedicadas a las materias científicas y crear más laboratorios escolares”.

Pues bien, no me llama la atención la noticia de los malos resultados de los bachilleres españoles en Matemáticas ni tampoco que catedráticos de Universidad y otros expertos en la enseñanza de las ciencias lleguen a la conclusión de que la sociedad es científicamente analfabeta y de que los futuros estudiantes de ciencias comienzan sus carreras cada día peor preparados. Al fin y al cabo estas son cosas que, al menos para mí, son demasiado sabidas.

Lo que realmente me llama la atención es que ninguno de los dos periódicos haga referencia alguna a la gran revolución que la LOGSE ha supuesto para la enseñanza y la relación que pueda existir entre su implantación y la pésima preparación de los chicos que terminan ahora el nuevo Bachillerato.

Me extraña también que, por lo que cuenta El País, el estudio de los expertos científicos que han trabajado en el Senado no analice con profundidad las consecuencias que la ley de educación socialista, con su “enseñanza igual para todos y para todas los ciudadanos y ciudadanas”, esté teniendo y vaya a tener en el futuro.

Es como si no existiera la LOGSE ni hubiera existido nunca. Sin embargo, según El País, el presidente de la Sociedad Española de Física y miembro de la comisión del Senado, Gerardo Delgado, sí ha hecho alusión al reciente conflicto de las clases de Religión en los colegios públicos: “Ahora parece que el problema es si hay o no Religión cuando lo que necesitamos es gente preparada para el futuro. Hay algunas asignaturas descafeinadas y lo que se necesita es aprender ciencias en profundidad”.

Que un periodista, que puede ser “científicamente analfabeto”, crea, o quiera hecernos creer, que por estudiar religión los niños dejarán de estudiar matemáticas no es demasiado importante, pero que un científico consagrado acuse al gobierno del PP de preocuparse más por la religión que por la ciencia y no diga nada de la bárbara revolución que la LOGSE ha supuesto para la enseñanza secundaria sería un asunto muy grave, pues significaría que el espíritu dogmático prima ya sobre el científico en muchos de nuestros expertos hombres de ciencia.


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