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Alicia Delibes

El imán del garfio

Abu Hamza Al-Masri es el predicador fundamentalista londinense al que hace algo más de un mes, tras una redada de la policía y la detención de varios de sus feligreses, le fue cerrada la mezquita. Hamza, que es tuerto, manco y exhibe un terrible garfio en su brazo derecho, al parecer sigue predicando cada viernes en plena calle para ganar adeptos a la causa musulmana.

Este siniestro personaje formaba parte de la lista de los financieros terroristas vinculados a la red de Osama ben Laden y Al-Qaeda que el Departamento de Hacienda de los Estados Unidos publicó en abril de 2002.

Además, Abu Hamza se ha identificado a sí mismo como el oficial jurídico del “Ejército Islámico de Adén”, una organización terrorista que actúa en Yemén contra los intereses británicos y norteamericanos.

Hace cinco años, el “Ejército Islámico de Adén”, se atribuyó el secuestro de 16 turistas, un acción que terminó con el macabro resultado de tres británicos y un australiano asesinados.

En declaraciones escritas, Hamza ha pedido apoyo y respaldo para la yihad contra el régimen yemenita y el retorno a la ley islámica. También en numerosas ocasiones ha aprobado públicamente el asesinato de turistas no musulmanes que visitan los países islámicos.

El pasado sábado, el diario El Mundo publicó una entrevista con este “perseguido” imán que nació en Egipto hace 45 años, lleva 24 viviendo en Londres, tiene nacionalidad británica y, desde 1997 y hasta el 17 de enero pasado, ha predicado su doctrina en la mezquita londinense de Finsbury Park.

Por cierto, no estaría de más añadir que el último 11 de septiembre, para “celebrar” el aniversario del ataque a las torres gemelas de Nueva York, este siniestro personaje ofreció su mezquita al grupo integrista Al Muhayirún para celebrar en ella un congreso de clérigos radicales islámicos.

En la entrevista aparecida el sábado, el imán justifica los crímenes del 11 septiembre “porque era preciso hacer saber a los americanos que ya están los musulmanes hartos de que se maltraten palestinos y de que se persigan islamistas”.

Dice que los terroristas de Al Qaeda asesinaron a más de tres mil civiles porque casualmente esas personas “se encontraban en su zona de acción”, pero que, en realidad, nada tenían contra ellos. Lanza, además, un mensaje de tranquilidad para todos aquellos que se manifestaron el 15 de febrero en apoyo a los islamistas. Pueden estar seguros, afirma, de que no están en el punto de mira de los asesinos de Al Qaeda.

Hamza alude a su condición de ingeniero para dar una teoría verdaderamente original sobre el derrumbe de las torres gemelas. Según él, no pudieron los aviones provocar tal derrumbe, “alguien debió de explosionar las torres desde dentro”.

Esta idea, que suena a puro chiste, es sin duda una licencia poética del predicador para anunciarnos que “el imperio americano va a ser derruido desde dentro, al igual que lo fueron las torres gemelas”.

Y es que, según se puede entender de las palabras del imán del garfio, lo que el terrorismo islámico busca es que las propias contradicciones del sistema capitalista sean las que provoquen su fin. Un objetivo que resulta un tanto sospechoso. ¿No habrá hecho nuestro imán un hueco en su agitada biografía para asistir a algún seminario de marxismo?

Decía Ludwig von Mises que el capitalismo no se autodestruye por su lógica interna, sino que son los hombres los que quieren destruirlo. Von Mises se refería a los hombres que intentaban imponer el socialismo. Ahora esos hombres, por lo que parece, lo que quieren imponer es el fundamentalismo religioso islámico, este nuevo peligro totalitario que tanta simpatía despierta entre los nostálgicos marxistas.

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