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Alicia Delibes

Integración o marginación

Por más que la doctrina socialista predique la lucha contra las desigualdades, sociales estamos cansados de constatar que la aplicación rigurosa de una política de izquierdas casi siempre produce efectos totalmente contrarios.

Esto es, ni más ni menos, lo que ha ocurrido con la enseñanza. La llamada comprehensividad, que ha sido el modelo educativo de los partidos socialistas occidentales, dice sustentarse en la igualdad de oportunidades y en el derecho de todos los individuos a recibir una buena educación y, sin embargo, sólo ha conseguido el analfabetismo funcional de una gran parte de la población y el fracaso del sistema público de enseñanza. Ya se pude adivinar que, en los próximos años, todo aquel que pueda abandonará la enseñanza pública y que ésta quedará solamente para los individuos con escasos recursos económicos, entre los que se encuentran la gran mayoría de los inmigrantes.

En Madrid, por ejemplo, en el curso 2001-2002 se matricularon 896.265 escolares, de los que un 56,5 por ciento lo hizo en colegios públicos. Ahora bien, si se consideran los 57.461 escolares extranjeros que tiene la capital española, entonces el porcentaje de los que asisten a centros estatales sube hasta el 73%. Más aún, este porcentaje llega a ser del 88 si se tienen en cuenta sólo los alumnos que proceden de países africanos. Me atrevo, pues, a decir que la enseñanza pública va camino de convertirse en una enseñanza asistencial y eso, gracias a la doctrina social de la izquierda.

Pero es que, ahora, la reacción de los grupos de izquierdas ante la llegada de inmigrantes de nuevo manifiesta esa tendencia a predicar la igualdad y practicar otra cosa que en absoluto conduce a ella. Pretenden montar una costosa infraestructura de asistencia social al inmigrante y tratarle como si fuera un inválido, un incapaz físico o mental.

Esta obsesión proteccionista de la izquierda no puede traer otra consecuencia que la marginación de los inmigrantes. Lo mejor que puede hacer un país para ayudar al que llega huyendo de la miseria es ilusionarle con una prosperidad que depende de su esfuerzo y de su trabajo. No se trata de hacer caridad se trata de permitir al individuo, sea cuál sea su origen y su cultura, que se labre un buen porvenir en nuestro país. Claro que sólo se pueden enfocar así las cosas cuando se cree en el individuo, se desconfía del estado y se está convencido de que se puede ayudar mucho más a la sociedad dando a sus gentes libertad que dándoles limosnas. Es decir, cuando se es un desaprensivo “neoliberal”.

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