Menú
Alicia Delibes

La pérdida de la conciencia individual

Los últimos asesinatos cometidos por la banda terrorista ETA han vuelto a recordarnos, si es que hubiera necesidad, el grave problema del terrorismo y todas las otras cuestiones que lo rodean. Buscamos sin cesar razones que expliquen cómo un conjunto de individuos puede llegar a hacerse cómplice del crimen y del terror al tiempo que se muestra dispuesto a sacrificar su propia libertad. Entre todas ellas, quizás las que me resulten más convincentes sean las que apuntan hacia la pérdida de la conciencia individual.

Cuando alguien renuncia a su dignidad como individuo y se convierte en el simple miembro de un “colectivo” deja de pensar por sí mismo y delega su obligación de juzgar o decidir en ese grupo al que pertenece o cree pertenecer. Para quienes queremos vivir en libertad y aceptamos la responsabilidad que eso implica, resulta difícil entender que haya quienes prefieren renunciar a su derecho a ser libres con tal de evitarse el peso de la responsabilidad de vivir y de pensar.

Cuando en una sociedad se pierde la conciencia individual, el grupo se convierte en una especie de órgano superior donde el individuo carece de la facultad de pensar y decidir. Es entonces cuando resulta una presa fácil para cualquier poder político o ideológico ansioso de dominar conciencias y manipular voluntades humanas.

Ahora bien, la cuestión está en cómo puede un gran conjunto de individuos llegar a perder esa conciencia individual. Y ahí es donde interviene la educación, ya que la mejor forma de hacerse con la voluntad de un sujeto es adueñarse de su conciencia desde el momento en que comienza a dar sus primeros pasos por el mundo de la razón.

Todos los regímenes totalitarios han considerado siempre prioritaria la educación de la juventud. Para ellos, educar es formar individuos sometidos al poder del estado. Un estado que, como premio, librará a sus ciudadanos de la responsabilidad de pensar, de juzgar y de decidir por sí mismos.

Por la pérdida de esa conciencia individual y la falta de añoranza de la libertad podría uno explicarse, al menos en gran parte, el triunfo del nazismo en Alemania y el éxito de las grandes revoluciones que, buscando el éxito, no dudaron en hacer uso de la violencia y del terror.

Por la pérdida de esa conciencia individual podría uno también explicarse la complicidad de una gran parte de los vascos con ese nacionalismo que, para conseguir sus visionarios objetivos, no tiene reparo alguno en servirse de una banda terrorista.

En España

    0
    comentarios