Menú
Alicia Delibes

La posible guerra de Irak

Cuando José María Aznar, con Mayor Oreja en el Ministerio del Interior, tomó la decisión de luchar abiertamente y con todas las armas legales a su alcance contra el terrorismo etarra hubo mucha gente de buena voluntad que dudó, que tuvo miedo, que no creyó que esa lucha abierta y decidida fuera el mejor camino para terminar con ETA. Ahora, esa misma gente ha olvidado sus titubeos y pocas dudas le quedan ya sobre dónde están la verdad y la razón.

En esta crisis internacional que estamos viviendo se observa una situación bastante parecida. Gentes de buena voluntad y que reconocen la perfidia de Saddam dudan sin embargo de que sea la guerra abierta el camino más indicado para combatir el terrorismo islámico. E incluso hay quienes piensan que una guerra podría ser necesaria pero no entienden por qué Estados Unidos ha decidido que es Saddam el enemigo más peligroso.

Quizás sea el respeto que me inspira las dudas de estas gentes lo que me hace sentir la necesidad de poner por escrito algunas de las reflexiones que me han llevado a dar la razón a quienes creen necesario derrocar a Saddam Husein aunque para ello fuera necesario utilizar la fuerza.

En primer lugar, creo que esta guerra no va a empezar el día en que Estados Unidos decida atacar a Saddam. Esta guerra, contra el capitalismo occidental, que fue abiertamente declarada el 11 de septiembre de 2001, en realidad, había empezado ya hace tiempo. Si fuera necesario poner una fecha yo diría que empezó aquel mismo día en que fue destruido el muro de Berlín.

Por otra parte, creo que existen razones que se nos ocultan y que han llevado a la administración Bush a decidir que Saddam es el enemigo a batir. Unas razones de mucho más peso que esas que se oyen todos los días sobre el petróleo, las próximas elecciones americanas o la fijación que tiene Bush con la guerra que no terminó su padre.

Cuando se está convencido de que la guerra contra la civilización occidental fue declarada aquel 11 de septiembre y que el ataque a Saddam en realidad es un contraataque, una respuesta defensiva, ya sólo queda saber de qué lado habrá que ponerse. Pues bien, de una parte está la supervivencia de la democracia occidental, de nuestra civilización y de la libertad que tantas guerras y tanta sangre ha costado conseguir y, de la otra, hay un tirano asesino, la prepotencia de algunos fundamentalistas y los restos de un estalinismo derrotado y con deseos revanchistas.

Si a todo esto añado la evidente y vergonzosa manipulación que toda la izquierda europea está haciendo de los buenos sentimientos de las gentes y el miedo generalizado a que este ataque a Irak convierta a Europa en blanco del terrorismo musulmán, debo decir que, por mi parte, no caben ya muchas dudas.

Evidentemente, todas las decisiones políticas entrañan riesgos, nunca a priori se puede estar seguro de que lo que se decide hacer es lo mejor que se puede hacer. Ahora bien, lo que no se debe nunca perder de vista son los riesgos que se corren cuando se decide no hacer nada. Y en esta situación en la que nos vemos metidos, posiblemente el mayor riesgo sea el de esperar tranquila o intranquilamente a ver cómo se van desarrollando los acontecimientos.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios