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Alicia Delibes

La trama de las viviendas protegidas

Antes de que empezara a rodarse la película de suspense sobre el próximo gobierno de la Comunidad de Madrid, Rafael Simancas era un político casi desconocido. El PSOE le presentó como candidato para perder con Gallardón. Más tarde José María Aznar le convirtió en rival de Esperanza Aguirre. Al final, cuando el destino o la voluntad de los madrileños estaban a punto de situarle en la Presidencia, las malas artes de dos de sus diputados le alejaron de ella y le hicieron uno de los políticos más famosos de nuestra Comunidad.

Si hay algo que pueda estar claro en todo este embrollo es, como dijo el sábado Esperanza Aguirre, que el nuevo gran líder guerrista que ha salido de la FSM no es hombre de fiar. El 10 de junio, al poco de haberse convertido Concepción Dancausa en Presidenta de la Asamblea de Madrid gracias a la desaparición de dos diputados socialistas, Simancas lanzó su primera gran mentira: no tenía ni idea de lo que esos tipos preparaban, jamás había tenido la menor sospecha de que dos de sus futuros diputados tuvieran cuentas pendientes con él, el abandono de esos dos corruptos no se debía a “razones políticas sino personales”.

Sin embargo hoy sabemos que Simancas estaba perfectamente enterado de las guerras políticas, y por supuesto también “personales”, que amenazaban el hundimiento de la Federación Socialista. Así que, cuando vio que esos dos “despojos humanos” estaban dispuestos a dejar salir chapapote por todos los agujeros del barco, con una maniobra tan burda como deshonesta, lo llevó a embarrancar a las orillas del PP.

Desde entonces Simancas y los suyos repiten una y otra vez la misma cantinela: el mayor beneficiado es el PP luego el PP es el autor del desaguisado. Pero, si se quiere de verdad descubrir por qué los “corruptos” plantaron a Simancas la pregunta que debería hacerse no es a quién beneficia lo que hicieron, sino quién o quiénes se iban a ver perjudicados si Fausto Fernández gobernaba “a pachas” con el líder socialista la Comunidad de Madrid. La pregunta que puede iluminar esa pretendida “trama inmobiliaria” es quiénes iban a salir perdiendo si Fausto Fernández llegaba a controlar la construcción de viviendas protegidas que había prometido la tan cacareada “alternativa progresista para Madrid”.

La fraudulenta investidura de Simancas nos ha servido para escuchar su preocupación por la carestía de la vivienda y sus planes para abaratarla. Unos planes que no podían, viniendo de quien vienen, ser otros que la construcción de viviendas protegidas. Esa construcción que Simancas tenía comprometida desde el mes de abril y que, quizás y por qué no, también el candidato de Izquierda Unida podría, por aquel entonces, tener ya asignada.

Claro que la vivienda está cara, muy cara, por eso rechina tanto que Ruth Porta tenga 13 pisos y que un hombre tan modesto como dice ser Rafael Simancas, a los 36 años y sin otra ocupación que la política, vaya ya por el segundo chalet y tenga unos nada desdeñables ahorros en su cuenta corriente.

No sé hasta qué punto estarán involucradas en toda esta historia gentes afines al PP, pero lo que se hace cada vez más patente es que dentro de la Federación Socialista Madrileña había muchos intereses inmobiliarios. Unos intereses que Fausto Fernández y Rafael Simancas removieron al prometer el caramelo de las viviendas protegidas. Este caramelo, como bien sabemos, resulta demasiado atractivo para especuladores desaprensivos, que buscan hacer negocio disfrazándose de solidarios y que utilizan la demagogia moral para enriquecerse.

Poca carrera política parece quedarle al falso de Simancas, pero si quiere salvar aún su dignidad debería dedicar sus últimos esfuerzos a luchar contra el chapapote de sus playas sin lazarlo, ya más, a las aguas de sus vecinos.


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