En este asunto de la huelga, una vez más, la izquierda quiere adueñarse del “alma” de los ciudadanos y por eso apela no a su razón ni a sus intereses sino a su conciencia. “No se puede impedir que acudan a trabajar aquellos que o porque no están concienciadas o porque no son solidarios no quieran unirse a la huelga del día 20”. Esto fue lo que dijo, en Tele5, el presentador de cierto programa. Al escucharlo no pude reprimir la indignación que me produce la arrogancia moral de la progresía que se cree con el monopolio de la compasión, de la tolerancia y de la solidaridad. El energúmeno que pincha las ruedas del coche de su vecino para que no vaya a trabajar comete un delito, pero no pretende disimular ni sus intenciones ni la violencia de sus métodos. En el fondo es mucho menos peligroso que aquel que, utilizando la falacia, la mentira y el engaño, se convierte en piquete moral de una huelga.
Lo que tampoco entiendo es por qué en los medios de comunicación que, en principio, son afines al gobierno no se explica mejor y más machaconamente el contenido del famoso decreto. No entiendo por qué no se dice qué es lo que puede suceder cuando un gobierno se deja llevar de la tentación demagógica de repartir entre los llamados “más desfavorecidos”, que estaría por ver quiénes son, el dinero que no tiene y por qué no se explica, con palabras sencillas que todo el mundo pueda entender, que los gobiernos que así actúan pueden llevar a la ciudadanía a situaciones tan desastrosas e irrecuperables como la de Argentina.
Pero es que tampoco entiendo por qué, después de tantos años de democracia, la derecha es incapaz de desprenderse de esa especie de mala conciencia que se traduce en una siempre tímida y un tanto vergonzante explicación de los motivos de su política.
En España
0
comentarios
Servicios
- Radarbot
- Libro