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Álvaro Martín

No a las elecciones de Irak

Lo mejor de pertenecer a esta escuela de sensibilidad es que el mundo nace cada mañana y los balbuceos intelectuales de ayer no necesitan guardar relación con los de mañana.

El domingo había una manifestación en Madrid bajo el lema: “Irak, no a las elecciones”. Algunos hemos advertido desde hace tiempo que la alianza de un sector de la izquierda europea con el wahabbismo militante es un rasgo de la vida política occidental contemporánea que tiene visos de permanencia. Y más allá del conflicto de Irak, porque entre otras cosas le precede. Por ejemplo, los mismos mal-contents recordamos muy bien la reacción del intelectual francés Jean Baudrillard a los atentados del 11 de septiembre: “Eran ellos (los 19 militantes) los que actuaron, pero éramos todos nosotros los que queríamos que sucediera”. A veces hasta nos resulta sorprendente el grado de identificación de esa izquierda con ese wahabbismo. Mientras los manifestantes se manifestaban contra las elecciones, Al Zarquawi se declaraba en contra del concepto de elecciones y democracia y de cualquiera que propusiera unas u otra.
 
De manera que todo eso del riesgo de guerra civil, del clima de violencia que hacía ilusorias unas elecciones libres, la falta de adecuación de la cultura árabe a la noción de gobierno representativo, la estabilidad del país y de la región, el triángulo suní y otras hierbas turbias, espesas e indigestas vienen a parar a esto: “No a las elecciones”.
 
De forma que todo eso de “Bush mintió, la gente muere”, la glorificación de la “resistencia” a la ocupación, los negocios de Halliburton, Freud en Irak, ¿dónde están las armas de destrucción masiva?, la legitimidad que sólo puede prestar Naciones Unidas y otros clásicos del pensamiento sofisticado vienen a parar a esto: “No a las elecciones”. Apoyemos a Al Zarquawi, el valiente jordano que capitanea la “resistencia iraquí” y reina en el corazón ideológico de las Grandes Conciencias.
 
Lo mejor de pertenecer a esta escuela de sensibilidad es que el mundo nace cada mañana y los balbuceos intelectuales de ayer no necesitan guardar relación con los de mañana. Hasta el domingo, la violencia frustraría las elecciones en Irak, la participación sería exigua y la Administración Bush suspendería calamitosamente el “test” crucial por el que se medirían sus posibilidades de éxito en Irak. El lunes, sin embargo, había que distinguir entre elecciones y democracia, subrayar que las elecciones no legitimaban la ocupación a posteriori y matizar que lo más importante viene ahora. Recuerda mucho a la vaticinada derrota de las tropas estadounidenses en el invierno afgano o al Vietnam que espera a EEUU en Irak desde hace dos años. Cualquier narrativa en que Bush sea tonto, Rumsfeld malo y Wolfowitz judío es coherente en lo sustancial y los detalles que queden para Al Zarquawi.
 
El mundo occidental vive en la caverna platónica donde se proyectan todos los Premios Goya multiculti y las libertades son “de segunda generación”, de la misma manera que los periodistas occidentales viven alojados en el mismo hotel en Bagdad desde donde ven las proyecciones de los coches bomba que distribuyen los estudios Al Zarquawi y creen que ésa es la verdad histórica sustantiva vigente en cada rincón de Irak. No sería de extrañar que al intento original de “contextualizar” y “racionalizar” (¿alguien dijo “Freud en Irak”?) lo ocurrido el domingo suceda en unos días algún esclarecido editorial de The Guardian declarando que los electores iraquíes son unos necios, como los americanos eran conceptuados, en su página editorial de 4 de noviembre, como unos idiotas ignorantes por haber votado a Bush.
 
Un 60% de electores acudieron a las urnas el domingo. Según los estándares que valían el sábado, una cifra extraordinariamente alta (las comparaciones próximas son odiosas). Según los estándares del lunes, válidos para John Kerry lo mismo que para Le Figaro, para la BBC lo mismo que para Teddy “Martha´s Vineyard” Kennedy, todo es irrelevante, hay que retirar las tropas y reponer a Sadam. La incoherencia es el privilegio de los impotentes porque la cuestión, para ellos y para los manifestantes de Madrid, es: ¿qué vais a hacer al respecto?
 
En esta Guerra por la Civilización comenzada hace tres años y medio no creo que Madonna nos pueda poner la música ni Baudrillard la letra. Y, decididamente, Teddy Kennedy y su Senador junior por Massachussets, un tal JFK, no nos pondrán la épica. Pero por alguna razón Lincoln siempre tiene algo que decir. Los manifestantes del “No a las Elecciones en Irak”, hacen evocar su escándalo frente a los apologetas de la esclavitud: “Cuando oigo a alguien abogar por la esclavitud de otros, siento un fuerte impulso de verle experimentarla personalmente”.

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