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Álvaro Martín

Vacaciones de Sontag

La democracia, en su versión reconocible para el mundo contemporáneo, es un producto de la libertad religiosa.

“En un distrito escolar de Nueva Jersey, la obra de Dickens “Un Villancico de Navidad” fue cancelada después de amenazas de demanda legal (de la ACLU – American Civil Liberties Union). En un colegio del mismo estado se amplió la prohibición de cantar cualquier canción con las palabras Dios, Cristo, Ángeles...y las versiones instrumentales también. Es decir, no podría tocarse Noche de Paz ni representarse El Mesías de Haendel, ni tan siquiera sin los coros...Prohibir que los escolares tengan acceso a Dickens, Haendel o Bach es un acto de vandalismo”.
 
Exactamente. Mark Steyn, en su artículo del Chicago Sun Times de 26 de diciembre plantea una de las dos cuestiones fundamentales insinuadas por el asalto a las nociones tradicionales en Occidente de la Navidad: la progresiva ilegalización de una parte sustancial de la cultura occidental. Es la nuestra una civilización envuelta en las premisas axiológicas y de representación del mundo contenidas en el cristianismo. Sus expresiones, ya sean en la literatura, en la música, en la filosofía o en el arte, son la autoconciencia de nuestra sociedad. Es imposible que ésta sobreviva negándose a sí misma.
 
El debate de estas fechas pasadas sobre la secularización forzada de la Navidad, falsamente descrito como un enfrentamiento entre sentimientos religiosos y laicistas, no refleja adecuadamente la gravedad de la pulsión auto-destructiva de parte de la sociedad occidental. Ni el barbarismo cultural implícito en la expulsión de la simbología cristiana de la plaza pública que, efectivamente, amenaza con erigir un muro infranqueable entre los individuos y su legado cultural. Adiós a la música sacra, al órgano, al Greco y a los Miserables. Adiós a San Agustín y a Descartes. Felices vacaciones con la galardonada proto-mártir de Bush, Susan Sontag. Ella supo ver que “la raza blanca es el cáncer de la historia humana”. Destruyamos la nefanda estirpe, empezando por Charles Dickens.
 
La segunda cuestión no es menos importante, sino acaso más, para sociedades pretendidamente democráticas. La esfera más íntima y verdadera de la democracia, su esencia real es la libertad de conciencia y su corolario, la libertad de expresión. La democracia, en su versión reconocible para el mundo contemporáneo, es un producto de la libertad religiosa. La teoría del contrato social, en la teología cristiana protestante, precede en casi un siglo a la teoría secular del contrato social. Los peregrinos del Mayflower reprodujeron en su Contrato la práctica de todas las congregaciones de filiación calvinista que se establecían independientemente y cuyos miembros pactaban las normas de relación social y de organización político-religiosa que regirían entre sí. La razón de ser última de la democracia americana, por su génesis histórica, legal y conceptual, es la protección de la libertad de culto y de expresión religiosa. Para eso se estableció en la Constitución de EEUU la separación entre Iglesia y Estado: para permitir el ejercicio de la libertad de culto por todos, no para impedirlo. Por eso existe la democracia occidental y por eso precisamente está amenazada desde fuera y desde dentro.
 
Buena parte de los esclarecidos analistas de la prensa española da en el clavo en cuanto a la naturaleza de este debate entre oscurantistas e ilustrados. Sólo necesitan invertir los papeles de los protagonistas. Y leer a Sontag otra vez.
 
Feliz resaca canalla estupro almíbar Susan...

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