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Álvaro Vermoet Hidalgo

Lo que la izquierda francesa debe a Le Pen

La misma dureza que Le Pen emplea contra los inmigrantes la emplea también contra las multinacionales americanas, contra la libertad económica y, sobre todo, contra Nicolas Sarkozy.

En la primera parte de sus Memorias (Chaque pas doit être un but), Jacques Chirac acusa a François Mitterrand de haber favorecido deliberadamente al Frente Nacional con sus reformas electorales, aludiendo a una estrategia socialista dirigida a dividir los votos de la derecha. Pues bien, efectivamente, en la segunda vuelta de las elecciones regionales francesas han sido los votos del partido de Jean-Marie Le Pen los que han evitado que la majorité de Nicolas Sarkozy ganara a la izquierda y se hiciera con el gobierno en varias regiones, perjudicando además el conjunto del resultado nacional de la derecha.

Lo primero que hay que explicar es que el Frente Nacional es básicamente un partido socialista o cuanto menos anticapitalista. Lo ubicamos en la extrema derecha porque, efectivamente, para obtener votos utiliza el miedo a la inmigración, el racismo, la inseguridad ciudadana y, en regiones como Marsella, el recuerdo de la Argelia francesa, pero su programa económico es indistinguible del de cualquier partido a la izquierda del Partido Socialista francés. La misma dureza que Le Pen emplea contra los inmigrantes la emplea también contra las multinacionales americanas, contra la libertad económica y, sobre todo, contra Nicolas Sarkozy, al que no perdona el hecho de que haya arrebatado al Frente Nacional el monopolio que tenía en el debate sobre la identidad nacional y la inmigración.

Al igual que sucedió en la época de Mitterrand, en la que el Frente Nacional obtuvo por primera vez grupo parlamentario en la Asamblea Nacional, el desvío de votos hacia el partido de Le Pen sigue beneficiando a la izquierda. Dado que, con buen criterio, la coalición liderada por la UMP de Sarkozy rechaza fusionar listas con el Frente Nacional, cuando la extrema derecha llega a la segunda vuelta por haber obtenido más de un 10% de los votos en la primera, los electores se encuentran con tres opciones electorales: la lista fusionada de la izquierda, la majorité présidentielle y el FN. Esto impide a la UMP gobernar regiones electoralmente escoradas a la derecha, dado que, como consecuencia del duelo a tres, la lista de la izquierda resulta la más votada y accede automáticamente al Gobierno (allí no sucede como en España, donde los pactos se hacen siempre a espaldas del elector, sino que deben hacerse antes). No descarto que la derecha haya cometido errores estratégicos en estas elecciones pero ¿se darán cuenta los votantes de Le Pen de hasta qué punto están favoreciendo a los partidos de izquierda?

Este panorama tiene sin embargo efectos limitados, pues Francia no es España y allí no son las minorías bisagra las que hacen y deshacen Gobiernos. Difícilmente podrá el Frente Nacional ser útil a la izquierda en las presidenciales, en cuya segunda vuelta sólo hay dos candidatos, de manera que la UMP verá recompensada su decisión de no pactar con el FN y el espejismo de la gran victoria socialista en las elecciones regionales se desvanecerá.

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