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Amando de Miguel

A la sabiduría por la etimología

Lo bueno de los comentarios de esta seccioncilla es que no son dictámenes cerrados, siempre están abiertos a nuevas aportaciones, pros y contras. A propósito de lo que aquí se decía sobre el euro, la moneda común europea, Luis Sánchez Barbero recuerda su origen mitológico: “Euro es uno de los hijos de Eolo, un viento creo que del oeste, que trae ventura y prosperidad”. Estupendo. En realidad, Euros indicaba el viento del sudoeste. Sus hermanos eran Bóreas (norte), Céfiro (oeste) y Noto (sur). El viento del sudoeste es lo que en España llamamos ábrego, que suele ser muy húmedo y viene bien a los campos. Vamos a ver si este nuevo Euros monetarios es igualmente propicio.
 
Sobre el euro decía yo que no tenemos todavía los coloquialismos que había ido acumulando la simpática peseta. Todo es cuestión de tiempo. César González (Madrid) ha oído ya lo de centauro para referirse al euro. Proviene de “cent euro”, expresión que viene en las monedas y que nadie sabe en qué idioma está escrita. Según don César, algunos castizos emplean el cultismo eypo para designar al euro. Es la lectura latina de la palabra griega para designar al euro que se imprime en los billetes. Santiago Rodríguez (Castellón) ha oído lo de ebrio para designar coloquialmente al euro. Se siguen recibiendo aportaciones.
 
David Álvarez me consulta la diferencia entre epicúreo y hedonista.  Epicúreo viene de Epicuro, filósofo griego que explicaba la teoría del placer como principio rector de la vida. Esa misma doctrina, de forma genérica, es el hedonismo (de edoné = placer). En la práctica son palabras intercambiables. A mí me suena más epicúreo a los placeres de la buena mesa. Hedonista es una orientación más abstracta hacia el lado placentero de la vida en todas sus manifestaciones.
 
Javier Carrascón Garrido (Madrid) contradice lo que yo he escrito sobre adolescente = el que sufre (de dolecere = padecer). Don Javier entiende que ese étimo es un error. Según él (y con él cientos de doctores), adolescente es el que crece (de alescere, adolescere o adolere, todos ellos con la idea de crecer). Seguramente tiene razón don Javier. Pero, qué quiere que le diga, a mí me parece más poética la etimología de “el que sufre”. Bien está que adulto provenga de adolescere = el que ya está crecido. Pero el niño está creciendo más que el adolescente. Digamos que el adolescente crece y sufre. Pero no me hagan mucho caso. Los diccionarios etimológicos dan la razón a don Javier.
 
Son muchos los que me recuerdan la etimología popular para designar a los peninsulares en Ceuta: los paraguayos. La razón es que antes pasaban a Ceuta con la ilusión de comprar fruslerías baratas. Entre ellas no faltaba el paraguas plegable, seguramente fabricado en China. De ahí, el apelativo cariñoso de “paraguayos”. Me lo señala, por ejemplo, José María Prieto Orozco. De paso me dice que hay otra curiosa expresión, chipichanga, como equivalente del contrabandista, el matutero. En su opinión, es una adaptación del inglés ship chandler (= provisionista de buques). Añado que Chandler era propiamente el cerero, el almacenista de velas o candelas. Puede ser que tenga razón mi comunicantes, pero ambas expresiones quizá provengan de algunas onomatopeyas o voces naturales: chip, chan y similares. En diferentes idiomas se asocian con el intercambio, el uso de jergas y el recurso de los engaños. Recordemos chalanear (vender de contrabando o de forma ambulante), truchimán (intérprete avispado), trapichear (vender bajo cuerda), charlar hablar sin ton ni son), chipichape (medio pelo). Esas voces dan a la palabra un sentido despectivo. No me extrañaría que en ese lote fuera también chingar (fornicar), chipichusca (prostituta), chiquichanca (ayudante del pastor; rebecerico, que dicen en mi tierra) y chiringuito (tenderete, merendero).
 
Armando Centurión Prieto (Paraguay) se congratula de que podamos ser algo parientes. Un bisabuelo suyo se apellidaba Prieto y también un bisabuelo mío. Le recuerdo a mi compadre que Prieto, en su origen, aludía a una persona de tez morena. Muchos judíos y moriscos tendrían ese color.
 

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