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Amando de Miguel

A vueltas con el inglés

La verdad es que, bien mirado, eso del “desarrollo sostenible” más bien parece ser una expresión de algún anuncio para realzar los senos femeninos.

Manuel Delgado Tenorio me hace llegar una estupenda disquisición filológica. Se refiere al doble uso en inglés de palabras de origen normando (para la clase distinguida) y de origen anglosajón (para la clase baja). Cita el ejemplo, ya comentado, de las dos palabras para “cerdo”: pork y pig. El primero es el cerdo que está en la mesa y el segundo el que está vivo en el corral. Añade don Manuel otra ilustración: stool (= taburete, banqueta) y chair (= silla). La primera está emparentada con el alemán y la segunda con el francés. Añado que en español se mantiene la doble versión, aunque en España no hayamos tenido la superposición de los normandos y los anglosajones. Pero no es lo mismo un taburete que una silla. El primero lo hace uno mismo o un carpintero, mientras que la silla procede más bien de un ebanista. No digamos si se trata de un sillón.

Son varios los corresponsales que me insisten en que la doble versión de pig (= cerdo en la pocilga) o pork (= cerdo en la mesa) obedece a una razón histórica. Simplemente ─como asegura Adolfo Menéndez ─en la Inglaterra medieval los cocineros eran normandos y los campesinos, sajones. La historia es bonita, pero no me convence del todo. Creo más bien que es una forma de distinguir socialmente el animal vivo (sucio, maldito) de la vianda que está sobre la mesa, algo noble y sabroso. Naturalmente, la vinculación francesa proporciona un aire de respetabilidad. Hay más ejemplos de esa dicotomía en materia alimentaria. Por ejemplo, en español se prodigan los nombres franceses de algunos platos para ennoblecer su origen animal o vegetal.

Juan Andrade (Jaén) me llama la atención sobre el cambio que se está notando en los antiguos pubs, ahora llamados “bares de copas”. Tampoco es una reacción nacionalista frente al inglés, pues bar es también una voz anglicana. (Era la barra a la que se agarraban los borrachos. Mientras seguían en pie, podían seguir pidiendo copas). Puede que pub sea de difícil prosodia para el aparato fonético español. La prueba es que los castizos dicen paf. O puede que lo de los “bares de copas” sea una moda más.

Paul de Zardain (Universidad de Johns Hopkins, Baltimore, Maryland, Estados Unidos) me dirige una carta al “señor de Zamora de 1937”. No sé si es un halago o un dicterio (por pobre y por antiguo). Él se dice de Estados Unidos, y añade: “este país que le provoca [a mí] tanto asco”. No sé de dónde ha sacado lo del asco. Alguna crítica me merece el modo de vida norteamericano, pero más bien lo miro con simpatía y cariño. Don Paul, lea mi última novela, Nuestro mundo no es de este reino (Algaida), donde hago una sátira de mi experiencia universitaria en el gran país americano. Mis críticos más documentadas suelen acusarme de lo contrario, de ser pro americano. Lo soy al admirar las virtudes de su sistema de organización social y político. Pero la carta de don Paul es para reprocharme: “comete continuamente errores en inglés”. No es para menos. Errores en inglés, en latín y en español. Por eso aprendo y me solazo. El error que me detecta don Paul es que dije politically uncorrect en lugar de lo que debe ser: “politically incorrect”. Pido perdón. La verdad es que no me salió un juego de palabras que he tratado de verter en castellano al definirme como políticamente descorrecto. El neologismo lo necesito porque me sabe mal ser “incorrecto”, aunque se trate de una ironía.

El agrio don Paul me espeta: “Sus ataques contra el [idioma] asturiano demuestran que usted no es lingüista y sí un jingoísta a la española. Busque en el diccionario la palabra jingoism y saque sus conclusiones”. Hago caso al de Maryland, la Tierra de María. Jingoism es tanto como decir patrioterismo, chovinismo especialmente con un sentido imperialista, de agresión militar. El término viene de la época victoriana. A propósito de la amenaza inglesa contra la penetración de los rusos en Turquía, se cantó una copla a favor de la intervención militar, en la que se decía “by Jingo”. Era un ñoñismo para no tener que pronunciar el nombre de Dios en vano; todo muy protestante. La verdad, no creo que sea yo un patriotero agresivo, y menos contra el idioma asturiano o contra ningún otro. Otra cosa es que sea crítico de algunas de las expresiones culturales o políticas, hechas en nombre de una lengua, incluida la española, claro. No sé por qué no voy a ser libre de expresar mis ideas, mis convicciones. Naturalmente, pueden cambiar a lo largo del tiempo según sean las influencias a las que me someto.

José Luis Germán es el feliz proponente de la versión de “desarrollo perdurable” en lugar del horrísono “desarrollo sostenible”. La verdad es que, bien mirado, eso del “desarrollo sostenible” más bien parece ser una expresión de algún anuncio para realzar los senos femeninos. Ahora don José Luis hace otra ingeniosa propuesta en son de chanza. La frase “los dedos se me hacen huéspedes” ─que yo consideraba intraducible al inglés─ se convierte en sometimes the fingers are guest. Está en la línea de lo de from lost to the river (= de perdidos, al río). Ya oigo bramar a los puristas. ¡Son bromas!

Javier Martínez-Casares (farmacéutico) me aclara la distinción entre slumps y slices. En la práctica boticaria los slumps son agregados, grumos, bolas. Mejor, diría yo, gránulos. Añado que en la alimentación equivaldrían a muerdos, trozos, porciones. En cambio, slices serían más bien rebanadas o lonchas. Vamos a ver si “impruveamos” nuestro inglés.

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