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Amando de Miguel

A vueltas con la jornada

Ya se sabe que no hay palabras estrictamente sinónimas, es decir, intercambiables. Cada una de ellas añade un matiz. Por ejemplo, la jornada es lo que se hace en un día. El día sería la medida cronológica (24 horas) y la jornada vendría a significar el contenido con que se llenan esas horas. Se observa una decadencia de “día” para recurrir cada vez más a “jornada”. Bien está “la jornada de los Reyes” (lo que hicieron en un día Sus Majestades), pero seguiremos celebrando “el día de Reyes” (Magos). Los periodistas, especialmente, recurren a la voz “jornada”, como si les repugnara el “día”. Los meteoros previstos nos permiten asegurar un buen día, no tanto una buena jornada, pues todo depende de lo que hagamos con ese regalo cronológico.

Está bien que se celebren ahora tantas “jornadas” de esto o de lo otro, para deliberar, para intercambiar ideas y proyectos. Pero reservemos, entonces, un “día” de descanso para no hacer nada. Algún lector pensará que estas cosas son sutilezas. Cierto es, el idioma vivo o es sutil o no es nada.

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