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Amando de Miguel

Ad hominem

Si soy capaz de reconocer algunos de mis propios errores, ¿cómo no voy a reconocer los errores del PP? Sin ir más lejos, entiendo que ha sido una equivocación del PP el no defender el idioma español en Cataluña.

Pancracio Celdrán me envía una cariñosa emilia por el interés que me tomado en leer su libro. En verdad que lo merece. El agradecimiento lo extiende don Pancracio a mis observaciones discrepantes. Dice: "La discrepancia es el pedernal del que salta la chispa". Estupendo. Bonito nombre el de Pancracio. Significa en griego "todopoderoso".

Marc Martínez (Barcelona) interpreta así las críticas que he vertido aquí contra algunos puntos del libro de Pancracio Celdrán, Hablar con corrección: "¿No tendrá usted un poquitito de envidia del éxito de Pancracio Celdrán? Vamos, querer enmendar la plana a ese señor, no siendo usted de la profesión, es fuerte". Algo de razón tiene mi comunicante. Es cierto que el libro de don Pancracio me produce envidia. ¡Ya me habría gustado a mí escribir un libro tan enjundioso y ameno como el de don Pancracio! Es cierto que yo no soy un experto en Literatura, como lo es don Pancracio, pero todo el mundo tiene derecho a criticar. Para mí esa es una función cotidiana, normal. Es ya un reflejo el hecho de leer un libro y anotar los puntos de discrepancia que mantengo con el autor. Es más, un libro me interesa si encuentro que su lectura me suscita puntos de desacuerdo. Esa actitud es consustancial con la vida intelectual y científica. Si a esta seccioncilla se le quita la parte de crítica y discrepancia, no quedaría casi nada. Lo que ocurre es que, para la mentalidad española prevaleciente, la disposición crítica suele ser algo desdeñable. Por eso se dice "enmendar la plana" como algo vituperable. En todo caso se admite que la crítica la hagan los colegas. Solo que esa prescripción no va conmigo. Aun así, reconozco el monto de envidia que lleva la acción de criticar a un autor. La envidia es un sentimiento universal, uno de los fundamentos del progreso humano. Recuérdese, "vicios privados, virtudes públicas".

Miguel Ángel Ruiz Martínez (Toulouse, Francia) me dice con toda franqueza: "He pasado muy buenos ratos leyendo sus artículos sobre diferentes aspectos lingüísticos y he tolerado con amabilidad los esporádicos y –en mi opinión– improcedentes comentarios sobre temas políticos". Me sorprende esa dicotomía. Mis comentarios políticos van inextricablemente unidos a los lingüísticos. Los sentimientos políticos acaban siendo el sentido y el valor que se da a distintas palabras. De ahí el famoso dicho: "La lengua fue siempre compañera del imperio". De forma más concreta, don Miguel Ángel me reprocha: "No me parece una buena idea lo de militar en un partido político [...] Puede pasar que, incluso inconscientemente, acabe usted por quedarse ciego ante los errores de su propio partido". No lo creo. Si soy capaz de reconocer algunos de mis propios errores, ¿cómo no voy a reconocer los errores del PP? Sin ir más lejos, entiendo que ha sido una equivocación del PP el no defender el idioma español en Cataluña.

José Mª Navia-Osorio se asombra y se felicita de que un comentario suyo haya precipitado la decisión de afiliarme al PP. Añade don José Mª que le "llenaría de orgullo avalarme [para la solicitud de ingreso en el PP], pero usted se merece que lo haga alguien más importante: Rajoy, Acebes o los dos a la vez. ¿Y Esperanza Aguirre?". Doy las gracias a mi correligionario asturiano, pero voy a entrar en el PP por la puerta chica de colaborar con los de mi pueblo, mis parientes y amigos. Mi decisión llega al tiempo de jubilarme, que es cuando se extrema la "economía de la donación". He recibido tanto hasta ahora que es el momento de dar algo.

Ya de paso don José Mª aprovecha para discutir mi aserto de que lo distintivo del hombre es la mano que acaricia. Tiene razón el de Vetusta. Lo distintivo es la mano, la acariciadora y la prensil. Al final, es el sentido del tacto el más humano de todos. Es raro que haya personas sin el sentido del tacto físico. Ni siquiera tenemos palabra para esa minusvalía.

José Ángel García-Escribano, militante del PP, me ofrece su aval para solicitar mi ingreso en el PP. Agradezco el detalle.

Esther Alegre se alegra de mi decisión de entrar en el PP. Participo del espíritu crítico de doña Esther cuando dice:

Ojalá el PP, como partido que representa a la mitad de la población española, se de cuenta de que es el momento de luchar por una ideología, la libertad, y una forma de entender la vida, la democracia, y no de jugar a preservar su escasísimos, cada día menos, privilegios y sus puestitos. La apuesta es crucial. ¿Tal vez es el momento en que muchos, junto a usted, nos afiliemos al PP? Gracias Don Amando es una grata esperanza. Gracias a José María [Navia-Osorio], y a su correo.

Ramón me escribe en catalán lo siguiente: "Si se hace pepero, ¿no podría ir con la lista de Barcelona? Lo digo porque no tiene usted cara de perdedor, y el PP de Barcelona es el último de la fila, el patito feo. Hace algún tiempo Tarradellas dijo que los partidos españolistas no tendrían futuro en Cataluña. Desde la discrepancia respetuosa, muy cordialmente". Agradezco una misiva tan espontánea y cariñosa. Me trae mucha nostalgia de los estupendos años de mi vida en Barcelona. Como es natural, no voy a ir en ninguna lista de Barcelona, pues resido en un pueblo madrileño (Collado Villalba, "la capital de la Sierra"). Aun así, tampoco pienso ir en ninguna otra lista. Lo mío va a ser trabajar con la "base" sin epíteto.

Ana González es más escueta y todavía más simpática en su felicitación: "Me encanta su artículo. Por favor, afíliese al PP, lo necesitamos. Venga hombre. Muchas gracias por estar". Añado que será por ser, no tanto por estar.

Pero no todo va a ser congratulación. Carlos Echeandía no ve con buenos ojos el consejo de José Mª Navia-Osorio para que yo ingrese en el PP. "Siento disentir [de don José María] y creo sinceramente que perderíamos a un intelecto que navega en libertad, ganado por otro que se vería sujeto a las necesidades partidistas". Lamenta don Carlos que mi militancia me va a "sustraer tiempo". Pierda cuidado, don Carlos. No voy a perder ni un escrúpulo de libertad ni un minuto de mi tiempo. Lo podrá comprobar usted a través de estos comentarios y de mis otras intervenciones públicas. Pienso seguir discrepando de la posición de algunos dirigentes de "mi" partido. Por ejemplo, no estoy nada de acuerdo con el talante ni cómo emplean el talento Josep Piqué o Alberto Ruiz Gallardón. Me identifico con la manera de ver el mundo y de actual en él que despliega el presidente del PP en mi pueblo (Collado Villalba, Madrid), Julio Henche. La política más valiosa es la que se despliega al nivel de la calle, el que pisan los "burgueses de Calais", inmortalizados por Rodín.

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