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Amando de Miguel

Ambivalencia y tenebrosidades

no se me alcanza cuántos años (o meses) es la medida del plazo largo, medio o corto. Como tampoco sé cómo se distingue una pequeña de una mediana empresa y por qué van siempre juntas. O cuál es la diferencia entre CCOO y UGT si siempre están de acuerdo.

Los fieles libertarios están al cabo de la calle de mi tesis fundamental de estos escritos. A saber, la polisemia de muchas palabras es una bendición; es lo que permite entenderse con inteligencia, ironía y finura. Ahora bien, llega un momento, sobre todo en el lenguaje público, en el que la polisemia resulta despistante. Los varios sentidos de una palabra conducen a la confusión. Es un propósito deliberado de los que utilizan ese recurso. Su triunfo está en la confusión general que resulta. Es el mito de la torre de Babel. Aduciré algunos ejemplos.

Tomemos esa letanía del "pacto fiscal". El Gobierno de Cataluña acoge ese término para vestir el santo de sus propósitos de secesión. No digo independencia porque Cataluña no fue nunca una colonia de Castilla o de España. De momento, el pacto fiscal para los catalanes significaría que pagan menos impuestos al erario español. No es ningún "pacto" porque más bien se exige o se impone, al menos en la intención. Por otro lado, en España se habla al mismo tiempo de "pacto fiscal" con la Unión Europea para significar aproximadamente lo contrario. Esto es, el sistema fiscal español debe integrarse en uno más amplio que abarque a toda Europa. Va a ser muy difícil que se mantengan ambos movimientos políticos con el mismo término de "pacto fiscal". Por otro lado, ambos tienen algo en común: de momento parecen irrealizables.

Luego está la palabra de moda: "rescate". No se entiende bien qué se rescata, pues no hay nadie secuestrado o cautivo. Quizá sea una mala traducción de una expresión inglesa (bail out), que se acerca más a la noción de "fianza", por ejemplo, la que se paga para que un detenido salga a la calle. En realidad, el rescate de los bancos o del país entero equivale a una gigantesca hipoteca. Lo más extraño es que muchos la desean, aunque no se atrevan a pronunciar la mágica palabra. La desean los mismos que nos han reprobado la conducta colectiva que ha conducido a la llamada burbuja inmobiliaria. Es decir, pagábamos una deuda con la renta que íbamos a ganar en el futuro, sin preocuparnos muchos de dedicarnos a actividades más rentables. Total, que al final no queda claro quién rescata a quién, de qué y con qué condiciones. Por cierto, ahora dicen "condicionalidades". Es más, el premio a la sesquipedalia lo ha obtenido este mes Soraya Rodríguez (la airada portavoz socialista) al dejar caer "macrocondicionalidad".

Una menor confusión es el abuso de la palabra "sacrificios" para aludir a los recortes en los sueldos y el aumento de los impuestos, tasas y precios intervenidos. Parece un abuso, puesto que "sacrificios", en su acepción más benévola, es "acto de abnegación inspirado por la vehemencia del amor". Aunque puede que haya que quedarse con esta otra acepción: "Peligro o trabajo graves a que se somete una persona". La verdad es que en el caso citado los sacrificios se nos imponen. Ya digo, ambivalencia.

Nada más corriente que la alusión al "plazo" político o económico como "a corto, medio o largo". Bueno, ahora se prefiere decir "en el largo, medio o corto plazo". Ignoro por qué se ha cambiado la preposición, pero sobre todo no se me alcanza cuántos años (o meses) es la medida del plazo largo, medio o corto. Como tampoco sé cómo se distingue una pequeña de una mediana empresa y por qué van siempre juntas. O cuál es la diferencia entre Comisiones Obreras y UGT si siempre están de acuerdo.

No menor intriga me produce el calificativo de "complicado". No sé lo que quiere decir, pero no suele ser lo contrario de "sencillo". Más bien se trata de un eufemismo para no expresar que algo es adverso, dificultoso o incluso imposible. Pero lo complicado también podría ser atractivo, como en el caso de algunos juegos.

Más divertida es otra locución de moda: "Estar a la altura". No se sabe qué altura es esa, quién la mide y con qué criterios. No sé si es la expresión de Ortega y Gasset "a la altura de los tiempos" o la más común de "a la altura de las circunstancias". Ambas son bastante ambiguas por la misma razón de que se ignora la escala de la medida y la comparación.

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