El idioma común es muy sabio. Hay algunos verbos referidos a los meteoros (llover, nevar, granizar, etc.) que usualmente solo se conjugan de forma impersonal. Es decir, no tienen un sujeto claro, de acuerdo con la etimología de “meteoros” (= “lo que está más allá de los cielos”). Por eso decimos que llueve o nieva, de forma impersonal, pero no se podría decir “yo lluevo” o “él nieva”.
Pues bien, de un tiempo a esta parte, el sabio uso que digo empieza a erosionarse. En los partes meteorológicos y en las noticias la frase hecha es que la lluvia o la nieve “ha hecho acto de presencia”. Más aún, la nieve o la lluvia son los “auténticos protagonistas”. De esa extraña forma, los meteoros se personifican en una suerte de conversión animista. No sé con qué objeto se realiza esa extraña operación de buscar un sujeto donde no lo hay. Simplemente, ahí queda, como un misterio más del lenguaje.
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