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Amando de Miguel

¿Cómo hay que decirlo?

La lengua es una corriente continua de nuevas palabras, por la potísima razón de que se presentan nuevas realidades y otras quedan arrumbadas

A Íñigo Ruiz le parece grandilocuente el título de “Estadio Olímpico de Lucena” simplemente por tener pistas de atletismo. Don Íñigo aduce que en la ciudad cordobesa nunca se han celebrado Juegos Olímpicos. No importa. La ciudad de Olimpia no creo que fuera más populosa que Lucena. Se hizo famosa por las competiciones atléticas que en ella se celebraban. Creo que es legítimo apellidar como “olímpico” un estadio en el que puedan competir los atletas, aunque sean modestos. Por cierto, las marcas deportivas de la Olimpia griega las superan ahora en cualquier colegio de la ESO.
 
A Juan Carlos Ciudad no le gusta mucho que yo emplee “posta” para indicar el “correo”. Ya sé que lo de “posta” es un poco anacrónico, pero me gusta. Es que yo mismo soy anacrónico en muchas otras cosas. Puestos a buscar sinónimos de “correo”, lo de “posta” lo añado aposta, no por postinear, sino porque me gusta apostar por términos elegantes. Y perdón por lo de apostar, pero lo necesitaba para la aliteración. No hago mal a nadie. La lengua es un juego.
 
Ramón Luengo advierte que en las tertulias de la COPE cometemos muchos errores de concordancia, por ejemplo, sujeto en singular y verbo en plural. Son cosas que pasan en las mejores tertulias. Al tener que hablar en directo, es difícil mantener la atención para cuidar todas las palabras. Quien lo probó, lo sabe.
 
Don Ramón aprovecha para criticar la manía del alargamiento de ciertas palabras. Por ejemplo, dice, culpabilizar en lugar de culpar. Las dos vienen a significar más o menos lo mismo, pero tiene razón mi comunicante, parece que la versión larga da más realce a la cosa. En esos casos de duda entre una palabra larga y otra corta, yo suelo inclinarme por la corta. Pero reconozco que puede haber sutiles diferencias. No sé, lo de culpabilizar me suena a una atribución no profesional de la culpa. Así el público culpabiliza y los jueces culpan. Pero no me hagan mucho caso. Lo fundamental es el pecado del que irónicamente he llamado sesquipedalismo, el gusto ridículo por las palabras largas. Una vez más, es un efecto mimético de los Estados Unidos. Dado que en inglés castizo predominan los monosílabos, lo elegante en la parla anglicana es el recurso a los sinónimos latinizados, que suelen tener más sílabas. Pero en español no necesitamos recurrir a esa tontería.
 
No es que muchas palabras o expresiones estén mal dichas. Simplemente resultan pedantuelas. Por ejemplo, Rufino Soriano (Extremadura) se irrita con el abuso de la expresión en sede, no solo parlamentaria, sino ministerial. Lo comprendo. Acabaremos diciendo seriamente “en sede municipal”, “en sede olímpica” (por el campo de fútbol), “en sede doméstica” (por la casa de uno). A algunos es que les caen las ínfulas sobre la camiseta.
 
La lengua es una corriente continua de nuevas palabras, por la potísima razón de que se presentan nuevas realidades y otras quedan arrumbadas. Puesto que ya nadie maneja un arado, ¿por qué molestarse en recordar que la mancera es la parte del arado que toca la mano? En cambio, me consulta Carmen Garrido Ortiz que si a los periódicos digitales, los debemos llamar así o bien on-line o electrónicos. Para mí sería mejor el término “virtual”, pero quizá quede lo de “digital”. Lo de on-line puede que pase a ser onlain, pero me pega que desaparecerá. La calificación de electrónico no dice nada. También los periódicos de papel se hacen por procedimientos electrónicos. Nadie dice que tiene un “televisor electrónico”. Como tampoco se habla ya de “lavadoras eléctricas”. No van a ser manuales.
 

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