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Amando de Miguel

Con ánimo de polemizar

Francisco García-Olmedo Domínguez (Granada) me envía un emocionado recuerdo de Francisco Murillo Ferrol, un politólogo muy influyente en la segunda mitad del siglo XX, realmente uno de los padres de la Sociología española.

Pedro Manuel Araúz Cimarra (Manzanares de la Mancha, Ciudad Real) da en el clavo al comprender que lo peculiar de esta seccionilla está en que opinamos todos sobre el habla, seamos o no expertos en Lingüística. Sí, señor; esa es la gracia. Hay otros muchos medios en los que solo se da audiencia a los expertos, lo cual no está mal, pero lo interesante es que todos podamos opinar sobre algunos temas. Don Pedro Manuel me da la bienvenida por mi regreso "al hogar (¿se puede decir a la patria?)". Lo del "hogar" es en inglés (home). En español sería mejor decir "patria" (= la tierra de los padres o, a veces, la de los hijos). La verdadera patria no es la tierra donde uno nace sino la tierra en la que uno espera morir.

Francisco García-Olmedo Domínguez (Granada) me envía un emocionado recuerdo de Francisco Murillo Ferrol, un politólogo muy influyente en la segunda mitad del siglo XX, realmente uno de los padres de la Sociología española. A mí personalmente me influyó mucho su talante, su preocupación por el léxico, su sano escepticismo. Recuerda mi corresponsal que "don Paco había sido alumno del profesor Robert K. Merton en la Universidad de Columbia". Quiero matizar: Francisco Murillo era "Paco" para algunos (entre los que me cuento) y "don Francisco" para sus estudiantes y discípulos. Pero no recuerdo que nadie le llamara "don Paco". Que conste que Paco Murillo no fue nunca estudiante de Columbia. Giró una visita a esa Universidad donde a la sazón estaba yo estudiando. Creo que fue Juan J. Linz quien le presentó a Merton.

Un dato interesante que recuerda el corresponsal es que Francisco Murillo se negó a explicar las Leyes Fundamentales del franquismo en sus cursos de Derecho Político y Constitucional porque "eso no es una Constitución". Añado mi recuerdo sobre otro catedrático, a quien sí tuve como profesor: Carlos Ollero. Una de las asignaturas que impartía era precisamente "Derecho Constitucional español". Llegaba don Carlos el primer día de clase y decía: "Señores, en España no hay Constitución, así que esta asignatura no tiene sentido. Quedan dispensados de venir a clase. Simplemente, léanse ustedes el tomito de las Leyes Fundamentales y en su día vengan al examen para escribir un cometario". Ollero era el epítome de la gracia sevillana, y Murillo era la personificación de la retranca granadina. Es curioso, pero a Murillo siempre lo llamé de tú (porque no fui su discípulo directo). En cambio, Ollero y yo nos tratábamos siempre de usted (él había sido mi profesor), a pesar de que en los años sesenta mantuvimos una continua relación política a través del diario Madrid.

Jack Hedden (supongo que en un seudónimo) me envía el siguiente exabrupto: "Lamento tener que decirle que es usted un impostor, o peor, un embustero [a propósito de lo que digo sobre las lenguas étnicas]... Según la sociolingüística el término lengua étnica o lengua natural es un lenguaje humano dotado de una sintaxis... Podría [usted] hablar de lengua natural, lengua planificada y muchas más, pero usted ya ha ido más lejos, y nada le importa, sino su vanidad". No se me alcanza qué tiene que ver con el embuste o la vanidad el hecho de que yo acuñe el concepto de "lengua étnica" como contrapuesto a "lengua internacional". Los utilizo como conceptos operativos que me permiten discurrir. Es una noble función de la cabeza, muy distinta a la de embestir. No es ningún desdoro el hecho de que una lengua sea étnica; casi todas lo son. En el siglo XII el castellano o el inglés eran lenguas étnicas, mientras que el latín era una lengua internacional. Hoy el latín ni siquiera tiene propiamente hablantes; tampoco los del Estado Vaticano.

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