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Amando de Miguel

Conflictos lingüísticos

Recibo cientos de correos con este solo mensaje repetido: “En Cataluña no hay conflicto lingüístico”. Ante esa rara unanimidad, esa consistente insistencia, no tengo más remedio que concluir: en Cataluña hay un conflicto lingüístico, vaya si lo hay. Tengo para mí que es sobre todo un conflicto político, pero siempre a propósito de las lenguas. De manera parecida, el conflicto se reproduce en el País Vasco y en menor medida en otras regiones donde hay dos lenguas. Repito mi pronóstico. Fracasará el intento de suprimir el castellano en esas regiones donde coexiste con otra lengua. En el entretanto mucha gente sufrirá, y al final se deteriorará la cultura. Pongan los tiempos futuros en presente y el conflicto quedará claro.
 
Me cuenta Carlos García Tábora un suceso que corrobora mi pronóstico. Hace algún tiempo, en Bilbao erigieron un busto de Miguel de Unamuno en una plaza. Se trata seguramente del escritor más eminente que haya nacido en Bilbao. Pues bien, el citado busto ha sido objeto de continuos ultrajes, golpes y chafarrinones. Al final, el Ayuntamiento lo ha retirado. Vergüenza para el Ayuntamiento de Bilbao y sus vecinos. ¿Se imagina alguien una afrenta así contra James Joyce en Dublín? Esa es la distancia que va de la barbarie a la cultura. Mientras los bilbaínos no presionen para que se reponga y se proteja el busto de don Miguel, todos ellos serán bárbaros. Eso, por decirlo de forma suave. Don Miguel hubiera dicho iconoclastas.
 
Víctor M. Hinojosa me consulta sobre el uso de las mayúsculas. Concretamente, ¿se debe decir el Presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid o el presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid? Para mí está claro: “el presidente”. Solo se acepta alguna excepción, como “el Rey de España” o “el Papa de Roma”. De todas formas, en el uso de las mayúsculas cabe una cierta capacidad potestativa. Por ejemplo, un teólogo puede escribir un grueso tratado hablando del “Pecado”, o un jurista se puede extasiar escribiendo sobre “la Enfiteusis”. La regla general es la de la economía de mayúsculas. Deben reservarse para nombres de personas físicas o jurídicas, o bien de entidades que hacen sus veces.
 
Gregorio González, de Madrid, me reconviene por la traducción que yo hago de Sinn Féin como “Nosotros solos”. Don Gregorio sostiene que significa “nosotros mismos”. Tengo que reconocer mis limitados conocimientos del gaélico; es decir, no sé una palabra de esa hermosa lengua. Así pues, tengo que confiar en lo que dice la Encyclopaedia Britannica. En la cual viene el nombre completo del Partido Nacionalista Irlandés o Sinn Féin Pairty Na Noibri, esto es, Partido de los Trabajadores de Nosotros Mismos o Nosotros Solos. El título es gracioso. Me recuerda el caso de esas tribus centroafricanas que tienen una misma palabra para designar el nombre de la tribu y el de los hombres, la humanidad. Sigo con la sinapsis de ideas. Los nacionalistas catalanes recurrían mucho a la expresión nosaltres sols, quizá como adaptación de sinn féin. En español, “nosotros solos” tiene más sentido que “nosotros mismos”, pero el sentido resulta equivalente. Dejemos la vacilación lingüística como un recurso útil del idioma castellano.
 
Por cierto, muchos corresponsales me reiteran que no se debe decir lengua castellana sino española. Yo prefiero la vacilación que supone recurrir a una u otra forma. Alberto Mallofré Sánchez-Pantoja razona que, por lo mismo que se dice francés, alemán, sueco o italiano, hay que decir español.  Él lo dice muy a la española: “¿Por qué coj… no se va a llamar español a la lengua común de los españoles?”. Bien, pero ¿y el inglés? Inglaterra es una parte del Reino Unido o de las Islas Británicas, como Castilla lo es de España. El té de las cinco será muy británico, pero hablan inglés. Pues yo hablo castellano, aunque, en el contexto internacional, mi idioma sea el español. Y no pasa nada. Muchas veces consulto el primer diccionario de nuestra lengua, el Tesoro de la lengua castellana o española de Covarrubias.
 
Para terminar con los nacionalismos, de momento. Juan Carlos Antón me sugiere una buena imagen. Su opinión es que los partidos nacionalistas no quieren la independencia, “sino tan solo la exclusiva del poder en su territorio…. Acuden a Madrid a rebañar (asociada o asimétricamente) todo lo que puedan… Su postura está mucho más próxima a la de los niños pijos a los  que mamá instala en el jardín del chalet una casa de madera”. Sí señor, ha dado en el clavo.
 

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