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Amando de Miguel

Consultas simpáticas

Casi siempre los correos que me llegan sobre la lengua destacan el sufrimiento que provoca ese choque de placas tectónicas en que consiste la confluencia lingüística. Se genera entonces un sismo de sufrimientos y agravios. Por una vez se regocija uno con lo contrario. Me escribe Tomás Martínez, de Pamplona, vasco de padres conquenses. Se acaba de casar con “una argentina muy linda, y para nosotros la lengua  que compartimos es motivo de risas y buen humor. Como usted sabe, [los argentinos] usan otras palabras y expresiones, y ello es motivo de diversión”. Macanudo. Así tendría que ser siempre, incluso entre españoles de distintos orígenes regionales. Le recuerdo a don Tomás que el verbo coger, en buen castellano rural, significaba la cópula de los animales domésticos. Luego los argentinos han conservado ese sentido para aludir al refocilo de los humanos, animalitos que somos.
 
Me pregunta J. Fermín Fernández-Villaverde Gutiérrez que cuál es el gentilicio de Formentera. Él duda entre “formenterano”, “formenterense” y “ofiusino”. Me quedo con “formenterense”. Formentera viene de frumentum (= trigo); forment en la lengua catalana es el trigo candeal, el de mejor calidad. También se podría decir formentinos, esto es, trigueros. Bien es verdad que ahora en Formentera ya no se cultiva trigo sino otras especies turísticas más rentables. Lo de “ofiusino” me suena a algo relacionado con las serpientes. No me parece una asociación feliz para los formentinos.
 
Antes de seguir adelante, salgo al paso de algunas insinuaciones que recibo. Lo digo enfáticamente y una sola vez. Todas las personas reales que cito como corresponsales corresponden a correos reales. No necesito acudir a la licencia periodística de inventarme nombres y mensajes. Más bien selecciono solo una parte, los que envían misivas que puedan tener un interés general. Sigo.
 
Xabier Cereixo Pérez, de Vigo, vuelve a las andadas sobre la polisemia de liberal. Aduce el efímero partido de Gil y Gil en Marbella o los neofascistas austriacos, que también se han apropiado de esa hermosa etiqueta. Es evidente que se trata de apropiaciones indebidas. El adjetivo liberal en sentido político nace en España, con las Cortes de Cádiz (1812), por oposición a los serviles o absolutistas. En el siglo XX la nueva actitud liberal fue popularizada en un famoso discurso de Franklin D. Rooselvelt. Traduzco libremente: “La civilización es un árbol añoso con el que se pueden hacer varias cosas. El radical quiere cortarlo, el conservador dice que no hay que tocarlo. El liberal propone podarlo”. Es decir, el moderno liberalismo es moderadamente reformista. Así ha sido en España en todas las épocas. Naturalmente, las reformas necesarias son distintas en cada tiempo. Ser liberal es una actitud más que una corriente establecida. Para mí es la disposición mental que conviene a la ideología conservadora. Se debe recordar el origen de la palabra en latín. Era liberal para los romanos quien concedía la libertad a un esclavo. Todavía quedan “esclavos” virtuales en nuestro tiempo.
 

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