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Amando de Miguel

Correctores de pruebas

He aquí otro oficio que desaparece, el corrector de pruebas. Perece a mano de los programas de ordenador. Así nos va. En cuanto una palabra se escribe de dos formas, el ordenador da por buena cualquiera de ellas. Por ejemplo, “hojear” (pasar las hojas) u “ojear” (utilizar los ojos). Así, cientos. Nos acostumbramos a lo “moderno”, y perdemos el gusto por lo “antiguo” valioso. Acabamos creyendo que el descafeinado de máquina sabe mejor que el café. El gusto se estraga. Se notan las buenas ediciones porque han tenido un buen corrector de pruebas, auxiliado, pero no sustituido, por el ordenador.

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