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Amando de Miguel

Correspondencia personal

La seccioncilla empezó siendo una cosa y ha acabado siendo otra, más personal y participativa. Así que a partir de hoy la llamaré La lengua viva

Teodoro Barriuso Martínez (Segovia) apunta que lo del título de esta sección (Errores y erratas) “no parece adecuado”. Tiene toda la razón. La seccioncilla empezó siendo una cosa y ha acabado siendo otra, más personal y participativa. Así que a partir de hoy la llamaré La lengua viva. Es lo que es. Aprovecho, una vez más, para agradecer la viveza de las comunicaciones de los lectores. Cada semana se incorporan algunos más con preguntas, observaciones, reprimendas, análisis y experiencias.
 
Precisamente esta semana se ha incorporado a estas tenidas interneteras Álvaro García Meseguer, ingeniero de Caminos, Canales, Puertos y Señales Marítimas. A partir de lo de las “señales” empezó a interesarse también por las palabras. Otro letraherido, que dicen los catalanes. Tiene escrito nuestro ingeniero un bonito libro, ¿Es sexista la lengua española? (Paidós, 1996). Su tesis es que el sexismo está en los hablantes, no en la lengua. Si me permite el señor ingeniero, añadiría que el verdadero sexismo está en las personas que consideran la lengua como sexista. Acudiré a esa fuente de autoridad cuando se presente algún problema de género en el lenguaje. Mientras tanto, lean al de las Señales Marítimas. Ya saben que en esta seccioncilla los consejos bibliográficos están a la orden del día.
 
Me escribe Lola Sánchez para decirme que, a través del correo electrónico, ha recuperado a dos amigas del colegio. Lo primero que ha hecho es dar a sus amigas la referencia de LD. Una de ellas (Josefina Paropat) ha enviado ya algún sesudo comentario desde los Estados Unidos, donde reside. Es una maravilla este movimiento en forma de tam-tam que tiene el artilugio internetero.
 
Juan Alfonso Andrade Ortega, a propósito de mi invento de internetero, me dice que por qué se dice internauta. Es una palabra sonora, pero me parece pretenciosa. La metáfora de “navegar” a través de la “red” me parece un poco forzada. Lo de la “red” tampoco me gusta, porque alude a la trampa que construye la araña. Me quedo con lo de internet, internetear e internetero.
 
Alejandro Atienza Ramos me pide unas líneas sobre lo que significa “la comunicación por imeil”. Es tan nuevo el género que no sé qué decir. Proporciona una falsa impresión de familiaridad. Por eso mismo insisto en el tratamiento de usted (don, doña) al contestar a los simpáticos imeils que recibo. Por la misma razón abomino de los emoticonos. En cambio, el tono irónico, bien expresado, lo recibo con gusto y lo contesto de la misma forma. No siempre lo aceptan así mis corresponsales. Debe de ser la tradicional adustez de los españoles. No se debe recurrir al imeil para insultar, ni siquiera para entrometerse en la vida personal del destinatario. En los imeils, emilios o correos, se agradece la brevedad, ir al grano. Por lo demás es una forma magnífica de comunicarnos.
 
Santiago Giménez Olavarriaga (Barcelona) señala que mi afirmación de que voy a sacar un libro sobre la religión y que va a ser “personal y polémico”, resulta desproporcionada. Añade: “No puede ser un libro polémico antes de salir”. Quizá me he excedido al hacer publicidad de mi libro, pero de verdad creo que es polémico antes de salir. Primero, porque mi tesis principal es contraria a la que normalmente se sostiene. La resumo: “Lo que se llama secularización no es tal, o no lo es del todo. Lo fundamental es que ha sido impulsada por el pensamiento dominante”. Ya entro a polemizar contra el pensamiento dominante. (Por cierto, he aquí una conducta bastante irracional por mi parte). Pero es que, además, yo mismo he cambiado de forma de pensar a medida que he ido redactando las distintas versiones del libro. He escrito muchos libros (más de ciento) y sé perfectamente cuándo un libro es polémico o cuándo no, cuándo es más personal o cuando se queda en lo descriptivo. Lógicamente, tengo pocos años de vida activa por delante. Así pues, no puedo perder mucho más tiempo en textos descriptivos. Por eso me ha dado ahora por escribir libros más personales, en los que empleo la primera persona del singular. Tanto es así que paso del ensayo a la novela. Incluso dentro de la novela la redacto en primera persona del singular. Es la mejor manera de meterme yo mismo en la trama. No solo escribo ahora una especie de “evangelio” (buenas noticias) personal sobre el asunto de la religión, sino que a la vuelta del verano saldrá una novela erótico-religiosa. A la vejez, viruelas. Y no digo más. El que luego esos libros sean polémicos o no, me parece irrelevante. Yo ya los he escrito polemizando contra mundum. Me incluyo a mi mismo en ese mundo.
 
JAWH de Irureta Goyena (corresponsal fijo in partibus infidelium) se alegra de mi nueva novela Secuestro prolongado. Me cita una de las mejores novelas que ha leído el año pasado, Bel Canto de Ann Patchett. Trata de la misma cuestión de las relaciones de afecto que siguen a un secuestro. Espero que alguien me la regale.
Luis Rodríguez Losada Aguado (Madrid) me pide información sobre diccionarios de etimologías. Hay docenas. El más utilizado es el de Joan Corominas (Gredos). El más científico es el de Vicente García de Diego (Espasa-Calpe). El más divertido es el de Roque García (de fines del siglo XIX, cinco gruesos tomos). Lo mejor es tener a mano diccionarios de latín, griego e inglés, que son las lenguas con las que estamos más emparentados.

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