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Amando de Miguel

Cuestiones de andar por casa

En el gremio literario o académico en el que me muevo, el sentimiento de envidia es muy general. Tiene dos facetas: (1) alegrarse del mal ajeno, (2) entristecerse del bien ajeno, o peor, hacer como que le resulta indiferente el éxito ajeno.

Se me perdonará la vanidad de referirme a cuestiones personales, pero responden a comentarios y consultas de los corresponsales. Por otro lado, selecciono las misivas que tienen que ver con lo que aquí nos convoca, que es la lengua y sus concomitancias ideológicas. Hay tela para cortar.

José Vinaixa (Madrid) no está de acuerdo con mi confesión de tener envidia de mi colega, Pancracio Celdrán, que ha escrito un libro muy interesante, aquí comentado. Don José razona que no es que yo sea envidioso sino que me "gustaría emular al señor Celdrán, que no es lo mismo". Añade: "Lo que pasa es que esos buenos sentimientos –querer emular a alguien sin cabrearse por su éxito– es lo que se llama hoy en día envidia sana, pero no es ni más ni menos que emulación". Me tranquiliza mucho la cariñosa observación de don José. Cierto es que me mueve la emulación, uno de los grandes estímulos para llevar una vida plena. Pero también confieso que muchas veces he sentido verdadera envidia (no muy sana) de las cualidades o los éxitos de otras personas cercanas. En el gremio literario o académico en el que me muevo, el sentimiento de envidia es muy general. Tiene dos facetas: (1) alegrarse del mal ajeno, (2) entristecerse del bien ajeno, o peor, hacer como que le resulta indiferente el éxito ajeno. Naturalmente, el "ajeno" es siempre el próximo. La envidia no funciona bien respecto a las personas alejadas de uno. Recuérdese la historia de Caín y Abel. Hay una hermosísima novela de Unamuno sobre el particular: Abel Sánchez.

Recibo muchos plácemes por mi decisión de apuntarme al PP. Selecciono el que sigue con una emotiva historia:

El día 11 de marzo de 2004, yo me dirigía como siempre a la estación de tren de Santa Eugenia. Normalmente, hacemos ese recorrido juntamente mi esposa y yo, pero, casualidades del destino, mi suegra tenía que hacerse unas pruebas médicas y mi esposa tuvo que pedir permiso en su trabajo, consiguiendo con ese hecho casual, que yo saliese tres minutos antes de casa. Esa circunstancia nos salvó la vida a los dos. Los siguientes trenes que pasaron por Santa Eugenia hicieron explosión en alguno de los puntos de su recorrido.

Pues bien, usted se preguntará, no sin razón, por qué le cuento todo esto. Vamos a ello. Con la que se montó aquellos días, con el odio artificial que se destiló contra el Partido Popular y contra el Gobierno de José María Aznar, decidimos mi esposa y yo darnos de alta en dicho partido (ya que otros les odiaban, nosotros decidimos defenderles). Desde entonces militamos en el PP, en la sede de Villa de Vallecas, donde si usted va hacia atrás en la hemeroteca verá que una de nuestras compañeras que recogía firmas contra "L'Estatut" fue agredida por un militante de IU.

En fin lo que quiero decirle con esto es que será muy bien recibido por todos nosotros y, no lo dude cuenta usted con nuestro aval.

José Luis López de Mochales y García (directivo del PP de Colmenarejo, Madrid) se congratula por mi decisión de inscribirme en el PP. De paso me felicita por este rinconcillo de las palabras, lo que agradezco doblemente. Dice el comilitón: "Sepa usted que su lectura [de "La lengua viva"] es obligada antes de empezar con la rutina laboral y, si me permite, he de confesarle que tras su lectura se empieza el aciago día con otro humor. Previo despertar, por supuesto, con La Mañana de la COPE". Quedo a disposición de los peperos de Colmenarejo.

Jesús Lacalzada Esteban se suma a los que me felicitan por mi ingreso en el PP con una cariñosa advertencia: "Amando, sigue así, libre, independiente. Aunque te apuntes a un partido, no dejes tu diversidad original. Sigue opinando, opinando como lo haces en la COPE (viva la COPE muchos años), que me gusta escuchar. Buen viaje y feliz jubileo". Muy bien visto lo del viaje y el jubileo, que es otra forma de adelantarse a la jubilación y el júbilo consiguiente.

Agustín Fuentes comprueba que comparto mesa del patronato de DENAES con Gustavo Bueno y comenta: "Pues que le transmita usted un saludo mío, sin más trascendencia, por el gusto de pensar que se lo ha hecho llegar". Promete emprender sus lecturas con el último libro de don Gustavo. Admira del filósofo (dizque materialista) "su vitalidad y razonamiento […] su exposición de argumentos propios […] con pasión y agudeza". Así es, con más de 80 años. Para mí, don Gustavo es el último supérstite del nominalismo, una verdadera reencarnación de Guillermo de Ockham, el ángel o evangelista de la ciencia moderna.

Don Agustín está leyendo mi último libro,Escritos contra corriente, lo que le estimula algunas reflexiones. "A diferencia de lo que le dice su asiduo don José María [Navia-Osorio], el libro no me parece pesimista". Don Agustín colige que, por muchas quejas que yo manifieste, al final hablo del rayito de esperanza que significa confiar en los españoles. En efecto, por muy mala que sea la situación política, de peores hemos salido. Aunque para don Agustín lo del "rayito de esperanza" es un poco al estilo de Rajoy, que es un "blandurrio". Cierto es, pero no debe de ser fácil dirigir un partido político con estas tribus hispanas tan híspidas. Quizá tenía que haber dicho mi facundo corresponsal que en el PP hay también un rayito de Esperanza.

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