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Amando de Miguel

De historia y literatura

Me llegan algunos emilios insólitos, pero el de Hilario Borque Andrés es para verlo y no creerlo. Se niega a leer el Quijote porque “Don Cervantes no sabía o no quería hablar bien el castellano”. No solo sabía y quería, sino que Cervantes fijó el castellano para cuatro siglos por lo menos. El idioma del Quijote (más que el de otras obras cervantinas) está más cerca del español actual que el de Shakespeare respecto al inglés hodierno. El castellano del Quijote es sencillamente magistral. Lo de las vacilaciones leístas, a las que se refiere don Hilario, no tiene mayor trascendencia. Las leyes de la Gramática no son tan firmes como las de la Física, por fortuna. El leísmo puede ser una forma de darle gracia al castellano. Todos los idiomas presentan excepciones, lagunas y vacilaciones en sus reglas. En inglés solo llevan indicación del género (she, he, etc.) las voces cuyo sexo es perceptible. Por ejemplo, un bebé es una cosa neutra (it). Pero las locomotoras, barcos y ahora aviones, naves y sondas espaciales son she (femenino). En español las cosas casi todas son él o ella, aunque el su sea tanto de él o de ella (his, her). Pequeños caprichos. Lea usted el Quijote, don Hilario, antes de que llegue el quinto centenario. Le recomiendo la versión abreviada de Andrés Amorós.
 
Siento, don Hilario, que le “fastidie” lo que yo hago aquí, divagar sobre la lengua común y otras afines. A usted le parece “un contrasentido querer enseñar lengua” y cometer errores leístas. Yo solo enseño la lengua en el centro de salud. Aquí nos solazamos un poco con estas cuestiones. Claro que usted, mi querido corresponsal, veo que sufre. Por alguna otra razón será, y bien que lo siento.
 
Antonio Muro Espejo (Castilleja de la Cuesta, Sevilla) se inquieta por la significación que pueda tener una frase de Pío Baroja. Está en El árbol de la ciencia, para mí una de las mejores novelas del siglo XX. Describe a un pobre diablo, don Cleto, que recogía colillas pero “no le gustaba que le sorprendieran en ciertos trabajos menesteres”, como era ese. A don Antonio no le termina de cuadrar lo de los “trabajos menesteres”. Y tanto. Para mí que es una errata. O bien era “trabajosos menesteres”, o bien quiso escribir don Pío “trabajos menesterosos”. Me parece más barojiana la primera opción, “trabajosos menesteres”. Se agradece una consulta tan detallosa.
 
Vicente Jimeno (Calahorra, La Rioja) discute la aseveración que yo hacía aquí sobre la antropofagia como un acto ritual, no un uso alimentario. Me señala mi corresponsal que según el historiador Juan Miralles, en el México prehispánico, el canibalismo era una forma usual de alimentarse. No soy historiador, pero tengo mis dudas de esa teoría. Es cierto que a la población del México prehispánico le faltaban proteínas al carecer de animales para carne y disponer de poca pesca. Pero el canibalismo usual no pudo ser la solución, porque en ese caso, la población se habría extinguido. Puede que en algunas culturas se haya recurrido a ese expediente del canibalismo, pero seguramente se extinguieron o fueron conquistadas. Otra cosa es el canibalismo ritual, que sí se encuentra en muchos pueblos. Pero, en fin, doctores tiene la Historia que sabrán responder.

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