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Amando de Miguel

De los errores siempre se aprende algo

El "acatamiento" es una fórmula de cortesía política, de reconocer la legitimidad de la ley. Pero la ley se desobedece o se incumple cuando, al mismo tiempo, se considera que es de imposible o perjudicial cumplimiento.

He recibido docenas de reprimendas por haber equivocado un verso del Tenorio: "Yo a las cabañas bajé". No es que me traicionara la memoria, sino que, al escribir a mano, se me metió "cabezas" por "cabañas", dada mi horrible escritura. Luego no me percaté del error al releer el texto, precisamente, porque al tratarse de unos conocidísimos versos, me traicionó el Gestalt, es decir, leí el conjunto, no cada una de las palabras.

César Sebastián critica la expresión "se obedece, pero no se cumple" que Jaime Ignacio del Burgo introduce en un artículo. Don César opina que habría sido mejor recurrir a la expresión clásica de "se acata, pero no se cumple" que se empleaba, por ejemplo, respecto a las leyes de Indias. Tiene razón don César. El "acatamiento" es una fórmula de cortesía política, de reconocer la legitimidad de la ley. Pero la ley se desobedece o se incumple cuando, al mismo tiempo, se considera que es de imposible o perjudicial cumplimiento. Don César adelanta otra expresión clásica, la de "banderas fuera". Se refiere al momento en que las tropas de los Tercios de Flandes se amotinaban al no recibir las correspondientes pagas. El motín era contra esa decisión de los mandos y no contra España o su Rey. Esa autoridad máxima se simbolizaba por la bandera del Tercio. De esa forma, con las banderas fuera, el honor quedaba a salvo y los soldados, una vez terminado el motín, podían volver a las filas sin menoscabo del honor". Añado: ¿se entenderá ahora la importancia del símbolo de la bandera?

Antonio Luis Vera dice que le rechina esta frase mía referida a Zapatero: "Ahí lo tienen dirigiendo el partido del Gobierno en España sin haber tenido antes responsabilidades en ninguna empresa y oficina". Para don Antonio Luis le parece un "empobrecimiento del castellano ese desprecio por la norma lógica" de que "una doble negación equivale a una afirmación". Se lamenta don Antonio Luis de ese uso "perverso" del idioma que "favorece la incomprensión". Puede que la frase citada no sea un modelo de bien decir, pero en modo alguno me parece un uso perverso que vaya a empobrecer el castellano. Antes bien, en el español castizo se recurre muchas veces a la doble negación, no para afirmar, sino para negar de forma enfática. Por ejemplo "no sé" es mucho más débil que "no sé nada" y no digamos que "no sé nada de nada". Lejos de pervertir la lengua, esa doble o triple negación lo que hace es reforzar lo que se quiere decir.

Son muchos los libertarios que me reprochan el error de titular el famoso libro de Cayo Julio Cesar "De Bello Gálico", cuando la correcta ortografía es "De Bello Gállico" (el acento es un capricho). ¿Cómo no recordar aquello que traducíamos en el bachillerato: Gallia est omnis divisa in partes tres? La frase se ha aplicado muchas veces a España por su tripartita división en Tarraconense, Bética y Lusitana. En un artículo con Juan J. Linz nos referíamos a estas tres Españas: Burguesa (o industrial), Clases Medias y Señorial.

Maribel Torbeck anotó una expresión de Alberto Ruiz Gallardón en un programa televisivo: "sin duda ninguna". A doña Maribel le suena mejor la fórmula "sin ninguna duda" o "sin duda alguna". Francamente, no creo que la expresión del alcalde madrileño fuera incorrecta. Las tres indicadas pueden pasar, pero –una vez más- insisto en mi incompetencia como prescriptor de la lengua.

Jorge Paz me aclara lo de "gravedad cero", expresión que yo creía absurda, pero que tiene su sentido. Copio el ilustrado razonamiento:
Primero debemos tener en cuenta que la gravedad terrestre en la órbita en la que se encuentra la estación espacial es, aproximadamente, un 90% de la experimentada en la superficie (el radio terrestre es de 6400 km y la estación se orbita a 360 km de altura, recordando aquello de que la gravedad es inversamente proporcional al cuadrado de la distancia, tenemos este resultado), por tanto no podemos decir que el motivo de la baja gravedad sea la distancia al planeta. La explicación de que no se sientan sus efectos es que la nave se encuentra en un fenómeno de vuelo parabólico, igual al que realizan los aviones que simulan la ausencia de gravedad, pero, a diferencia de éstos, nunca alcanza la superficie terrestre. En estos vuelos, el avión alcanza cierta altura y apaga sus motores con lo que comienza una caída libre (la trayectoria que describe es una parábola). Hasta que los motores son nuevamente encendidos el cuerpo humano deja de percibir la gravedad de la misma forma que si se encontrara en el espacio vacío, en ausencia de cualquier otro cuerpo. Albert Einstein lo denominó principio de equivalencia en su formulación de la relatividad general. Por tanto, es válida la denominación de gravedad cero para las naves en órbita, ya que ésta es la fuerza experimentada dentro de la nave por los astronautas.

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