Menú
Amando de Miguel

Dichos redichos

Carlos Arniches descubrió el habla de Madrid, aunque algunos malévolos dicen que el alicantino la inventó y luego los madrileños la copiaron. La gracia del habla madrileña está en el entusiasmo con que acoge los cultismos. Es tal el efecto que los españoles todos acaban aceptando la novedad. Por ejemplo, tenemos la palabra “concejal”, que, procede del castellanísimo “concejo” o corporación municipal (el concilium latino).

Pues bien, de un tiempo a esta parte, ya no hay concejales sino “ediles”, que suena más culto. Sería mejor reservar “edil” para el concejal de Urbanismo o cosa parecida, pero es inútil. Ediles ya son todos los concejales, incluido el alcalde. Otro cultismo con éxito es el “inicio”. Ya no comienzan los actos, ni empiezan los discursos, ni principia la temporada. Todo eso se inicia.

Del latín procede la locución a látere para indicar el que va al lado, el adjunto, el acompañante, normalmente en una posición ligeramente subordinada. Pues bien, a los madrileños les parece poco latín y dicen –decimos todos ya– “adlátere”. En la práctica le damos un sentido despectivo, algo así como “compinche”. Todo eso no está en la lengua pero sí en el habla. A veces resulta difícil separar un error léxico de una modalidad del habla.

0
comentarios