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Amando de Miguel

Dudas y más dudas

Antonio González (Logroño) comenta que algunas veces el ordinal se emplea más allá del décimo. Cita “Alfonso onceno, vencedor de la batalla del Salado y padre de Pedro I, el cruel”. Podría ser, pero como excepción. Aun así, suena mejor “Alfonso XI (once)”. Don Antonio sostiene que hay dos santos: Santo Martino (venerado en León) y San Martín. Añado que hay varios San Martín. El más famoso es el obispo de Tours, el de la capa (fiesta el 11 de noviembre). Don Antonio me pregunta por las expresiones “televisión a color”, “en color”, o “a todo color”. ¿Cuál suena mejor? La forma más oída es “televisión en color”, opuesta a “en blanco y negro” (incluidos los grises, claro). “A todo color” se aplica a una imagen impresa en al que se emplea una amplia gama de colores. Se opone a una gama más estricta, por ejemplo, de solo dos colores.
 
Antonio Llorente Berral me pide la diferencia entre análogo y analógico. El adjetivo más común es análogo (= semejante, parecido); se aplica a cosas. Lo analógico se refiere a diferentes procesos técnicos para reproducir sonidos o imágenes o para interpretar textos.
Santiago Gª Mazariegos anda interesado en averiguar el origen de “entre pitos y flautas” (= entre unas cosas y otras). No creo que tenga un origen determinado. Es una serie de objetos como otros cualesquiera. Don Santiago me pide otra aclaración. Cómo es que José Martí dice en un verso “la almíbar”. Don Santiago sugiere la solución. Se trata de una licencia poética. Los versos son:
 
 En cuya blanda piel la almíbar dulce
 en su sazón de madurez rebosa.
 
Al poner “la almíbar” se consiguen las 11 sílabas necesarias. Recordemos lo de “cualquiera tiempo pasado” de Jorge Manrique. A los poetas les están permitidas esas licencias.
 
Una vez más, volvemos con lo del verbo imprimir. La duda asalta ahora a Florencio Cases. Le daré mi impresión. Impreso va mejor con el verbo “estar”, mientras que imprimido puede ir con el verbo “haber”. Por ejemplo, son correctas estas dos formas: “El documento está ya impreso” y “¿Has imprimido el documento?”
 
Ana Natera Ruiz, aunque mucho me admira, se ha sentido “decepcionada” por mi afirmación de que los nombres de los meses, los días de la semana o las estaciones del año podrían ir con la inicial mayúscula. Mujer, no es para tanto. Vamos a cuentas. Entiendo que lo corriente es la minúscula para los días de la semana, aunque me queda la duda de que así se degrada un poco el noble origen de esa nomenclatura. Recuerde: día de la Luna (Lunes), de Marte (Martes), de Mercurio (Miércoles), etc. Me resisto especialmente a que el domingo (día del Señor) vaya con minúscula. Pero acepto humildemente la norma. Con los meses pasa otro tanto. Incluso las estaciones del año o los vientos principales tienen una dignidad de seres animados y mágicos que los hace merecedores de la mayúscula inicial. Aun así, soy sumiso y escribo “primavera” y “tramontana”. La Real Academia dice: “Se recomienda escribir con minúscula inicial los nombres de los días de la semana, de los meses y de las estaciones del año”. Sí, claro, se recomienda, pero no dice “se escribirán” como en los otros supuestos de la ortografía de las mayúsculas. Es más, la Real Academia añade que “en ocasiones, el uso de la mayúscula se debe a propósitos expresivos”. Las ocasiones son las de algunos “escritos publicitarios, propagandísticos o de textos afines”. Concluye con una prohibición que, como escritor, no puedo acatar: “En ningún caso deben extenderse estos empleos de intención expresivo de mayúsculas o minúsculas a otros escritos”. ¿Por qué no los voy a extender si así lo considero? El hombre que fue Jueves merece, sin duda, la mayúscula, así como el Viernes bautizado por Robinson Crusoe. Sin llegar a esas personificaciones, el Jueves Santo requiere la mayúscula. No me pregunten por qué, pero para mí es más razonable escribir “don Quijote” y “Santa Teresa”. Hemos convenido en que el terrible atentado del 11 de marzo de 2004, en Madrid, fue el del “11 M”, no el del “11 m”.
 
Doña Ana sostiene que “el máximo referente de nuestra lengua” es la RAE. No, señora. Por la sencilla razón de que la RAE se funda en el siglo XVIII, después de que los españoles llevaran haciendo nuestro idioma durante cerca de mil años. La autoridad (que no “referente”) de la lengua es el mismo pueblo que la ha ido construyendo pieza a pieza durante un milenio. En todo caso, la verdadera autoridad la tendrían los escritores consagrados.

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