Menú
Amando de Miguel

El arte de insultar

El tal Rubianes, charnego agradecido, me resulta un bufón lelo, un comediante sin público que hace todo lo posible por llamar la atención. Es el caganer del retablo catalán.

Ángel Ramírez me pregunta: ¿es verdad que la palabra charnego tiene su origen en la palabra francesa chair (carne), porque de la carne o relación carnal eran los hijos tenidos por mujeres catalanas con los soldados franceses de Napoleón? ¿Y que el desprecio que este ayuntamiento pecaminoso produjo entre los catalanes lo trasladaron con más saña sobre los pobres emigrantes del resto de España que llegaron a Cataluña para ser explotados en las fábricas por la burguesía de esa región española?". Me suena raro. Más bien creo que lo de charnego (despectivo para inmigrante en Cataluña proveniente del resto de España) procede de lucharniego. Era la especificación de un perro adiestrado para cazar de noche. Era una voz claramente afrentosa, por "perro" y por "cazar de noche".

Isabel Guilló opina que la palabra cafre se utiliza con "la clara intención de ofender o menospreciar". Añade doña Isabel: "Tengo entendido que siempre se ha utilizado de esta manera para las personas de color en Sudáfrica y referido al primitivismo y quizás brutalidad de dicha tribu. Cometí el error de decir esta palabra delante de un sudafricano de color y me explicó que para ellos era una gran ofensa y una palabra prohibida, debido a la utilización que de ella habían hecho los blancos durante tanto tiempo para llamarlos salvajes". Es cierto que cafre puede ser un insulto, pero también blanco. Todo depende de la intención. En árabe kafir es el pagano, el infiel, el no musulmán. No es propiamente una tribu o una raza, como no lo es cafre. En Sudáfrica los negros denominaban cafres a los bárbaros, los que habitaban en tierras lejanas o apartadas. Más tarde los blancos llamaron cafres a los negros, los que eran salvajes o no civilizados desde la perspectiva europea. Muchos antepasados de esos mismos blancos eran llamados bárbaros por los antiguos romanos, con un sentido parecido al de cafres. Nunca hubo un pueblo que fuera propiamente el de los bárbaros o los cafres.

Pedro Pino interpreta que gilipollas es "aquel que, siendo listo, hace tonterías, y no estúpido o memo, como dice el diccionario. Todos hacemos gilipolleces de vez en cuando, como el ministro de Defensa, José Bono, cuando dijo que prefería que lo mataran a matar". Está bien visto el concepto y bien traído el ejemplo. El mejor tratamiento de la voz gilipollas es el que da Camilo José Cela en su Enciclopedia del erotismo. Sostiene que lo de gili (= tonto, lelo, según el DRAE) proviene del teatro clásico en el que Gil era el nombre típico del rústico tonto. El sufijo "pollas", al aludir al pene, refuerza el sentido despectivo. Pero es aguda la observación de don Pedro respecto a la combinación de tontería o patochada que proviene de un listo. Desde luego, es un insulto muy madrileño. En la misma veta estaría este otro insulto adaptable a la situación de conflicto de tráfico: "¡Listo, sociólogo!"

Adriana Gámez (México) señala que, en su país, el insulto más fuerte que puede recibir una persona es la "mentada de madre" o "rayar la madre". Si todavía se quiere extremar el vituperio, se le recuerda "a toda la línea ascendente y descendente femenina de la familia: hermanas, hijas, esposa, abuelas, etc. Eso es aún más imperdonable". Maravilla pensar que una persona pueda sentirse gravemente ofendida porque se le miente la madre o el árbol genealógico femenino. El asunto da para un libro.

José M. Fernández (profesor de Español en la Universidad de Surrey, Reino Unido) se maravilla de que el cómico Rubianes, que insulta a la "puta España" entre otras lindezas, disponga de una página web subvencionada con dinero público. Entiendo que no es la única contradicción. El tal Rubianes, charnego agradecido, me resulta un bufón lelo, un comediante sin público que hace todo lo posible por llamar la atención. Es el caganer del retablo catalán. Forma parte de la intelectualidad farandulera y farsante, de la chirigota pacifista, progresista y putrefacta. Es la risión del barrio, vaya.

José Antonio Muelas me pregunta irónico: "¿Habla usted el mismo idioma que el que vomita José Rubianes, el gallego censado en Cataluña?". Pues sí, hablamos el mismo idioma, solo que el pobre merluzo de la fuente de Canaletas no sabe insultar. No es que vomite; regüelda y se refocila en sus excrementos.

Santiago Tamarón (Madrid), experto en lenguaje, me comenta la duda que yo expresé en una mesa redonda sobre lo absurdo que es el antijudaísmo de los cristianos. A ver si no es absurdo cuando todos los personajes de la Semana Santa (menos Pilatos, Longinos y pocos más) son judíos. Don Santiago me recuerda una coplilla inglesa del siglo XIX que indicaba ese antijudaísmo de los cristianos:

How odd
of God
to choose
the Jewish
(Qué raro fue Dios al escoger a los judíos para encarnarse)

Claro que la réplica a la coplilla no se hizo esperar:

But not as odd
as those who choose a Jewish God
and spurn the Jewish
(Pero no son menos raros los que escogen a un Dios judío y desprecian a los judíos).

A los interesados sobre el particular me permito recordar un artículo mío en La ilustración liberal (núm. 24), "El antijudaísmo básico de los españoles".

En Sociedad

    0
    comentarios