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Amando de Miguel

El curioso 'sentido de Estado'

No se entiende muy bien el argumento del 'sentido de Estado' para justificar la inhabilidad del Partido Popular a la hora de criticar al Gobierno de coalición socialista-comunista.

El aseado presidente del Partido Popular ha hecho una campanuda declaración. Viene a decir que, como tiene "sentido de Estado", no criticará la política del Gobierno en el asunto de la retirada de las tropas españolas de Afganistán. Es una lástima, porque podría haber aprovechado la ocasión para oponerse al Gobierno. Después de todo, esa es su principal obligación. En este caso, era muy fácil: la vergonzosa desbandada de las tropas españolas en Afganistán, atadas a las estadounidenses, en procura de un sistema democrático para los afganos. Bien es verdad que la precipitada huida de las tropas de la OTAN debe atribuirse a la impericia de las autoridades de los Estados Unidos, en el ocaso de su hegemonía mundial. Nosotros solo corremos con la parte alícuota de los gastos y, como es de rigor, ponemos a nuestros muertos en combate; un respeto.

No se entiende muy bien el argumento del sentido de Estado para justificar la inhabilidad del Partido Popular a la hora de criticar al Gobierno de coalición socialista-comunista. Sobre todo en este supuesto, en el que la retirada de las tropas españolas se ha presentado como un heroico rescate a través del puente aéreo con Kabul. En definitiva, ha sido la ocasión para un ejercicio más de propaganda gubernamental. Lo del no-do de Franco se queda chiquito al lado de este episodio publicitario de los gigantescos aviones abarrotados de afganos occidentalizados huyendo de las represalias del régimen talibán.

Confieso que, al teclear este artículo, el ordenador me vuelve a jugar una mala pasada. De vez en cuando, al azar, cuando introduzco la palabra Estado, me la pone con minúscula. Con ello se confirma la extrañeza al leer algunas piezas de otros colegas, que al referirse al Estado lo escriben con minúscula inicial. Ignoro a qué se debe tamaña desvergüenza de los programas informáticos y del duende que los acoge.

En español escribimos algunas voces con mayúscula inicial cuando se refieren a nombres propios de personas, lugares geográficos o instituciones. El Estado es la máxima expresión de una persona jurídica. La prueba es que nos lo encontramos por todas partes: como Fisco, cuando apaña impuestos; como Seguridad Social, cuando prodiga beneficios a los ciudadanos necesitados; como Policía, cuando nos protege o nos multa. Hay muchas más funciones; en todas ellas, el Estado es el gran personaje de nuestras vidas. Naturalmente, en el ejercicio del poder, también puede amparar pillerías y corrupciones mil. Precisamente para eso está la veintena de partidos de la oposición, para criticar y sacar a la luz tales marrullerías. Al frente de ellos, por número de votos, el Partido Popular. Se entiende que a mayor privilegio corresponde una mayor responsabilidad.

En una democracia sana no debe tolerarse el hecho de que los gobernantes utilicen la razón de Estado para perpetrar ciertas iniquidades. Por lo mismo, no cabe excusarse con el sentido de Estado para eludir las obligaciones de los partidos de la oposición, que se resumen en controlar las acciones y omisiones del Gobierno. Ese es el juego de la democracia que nos hemos dado los españoles, la que asusta a los talibán afganos y a otras muchas corrientes de diversas nacionalidades. Bien es verdad que, en este caso, como en todos, hay grados. En el que me ocupa, el señor Casado ha estado más soso que una cacaforra.

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