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Amando de Miguel

El idioma inglés, ciencia y literatura

Una de las ventajas estructurales del idioma español es que puede recurrir a una gran variedad de insultos. Pero esa peculiaridad no sirve para hacer literatura y menos para hacer ciencia.

Habrá que recordar el famoso exabrupto de Ortega y Gasset: "O se hace ciencia, o se hace literatura o se calla uno". Aquí no nos vamos a callar. La polémica está abierta sobre si el inglés es una lengua mejor capacitada que otras (por ejemplo, el español) para hacer ciencia. Yo sostengo que sí. Es más, esa mejor capacitación del inglés la extiendo a la creación literaria. Hay un hecho objetivo: en el último siglo el idioma inglés acapara el mayor conjunto de creaciones literarias y científicas. José Antonio Martínez Pons (con quien comparto muchas ideas) es contrario a esa apreciación mía. En todo caso, el mallorquín reconoce que en inglés se han producido más libros. La razón que da es que se halla más extendido en el mundo. Además, en los Estados Unidos hay muchos más medios para desarrollar el trabajo científico e intelectual. Añado que la relación puede que sea la contraria. Es decir, la mayor extensión del inglés y los mayores medios quizá sean una consecuencia de esa insuperable cualidad del inglés para utilizar el intelecto. Véase el caso de Irlanda, un pequeño país, originariamente muy pobre, que cuenta además con un idioma particular, el gaélico. Sin embargo, es impresionante la contribución de los escritores irlandeses a la literatura inglesa en el último siglo. Con independencia de la extensión del idioma y de los medios económicos, la ventaja del inglés es su extraordinaria facilidad para incorporar términos de otras lenguas, sobre todo del francés, el latín o el griego. Añádase la gran capacidad del inglés para componer abstractos. En esto se parece al alemán.

A propósito de lo anterior, Eduardo Caminero sostiene lo contrario, que la capacidad de abstraer es propia de la filosofía, no de la ciencia. Mi idea opuesta la califica así: "En fin, una memez más de las tuyas, que eres un memo". Bueno, hombre, tampoco hay que insultar. Podemos discrepar respecto a estas cuestiones del idioma, pero no por eso vamos a ser memos. La palabra "memo" equivale a tonto, estúpido; proviene de ridiculizar al tartamudo. No parece una acción muy elegante. Es más, en algunas culturas, como la inglesa, un ligero tartamudeo indica inteligencia y posición social. Por cierto, una de las ventajas estructurales del idioma español es que puede recurrir a una gran variedad de insultos. Pero esa peculiaridad no sirve para hacer literatura y menos para hacer ciencia.

En su día, Ortega y Gasset echó en falta la escasa capacidad del idioma español para componer abstractos. Precisamente por eso, nuestro filósofo se atrevió a cultivar algunas abstracciones castizas, como "mismidad" o "ensimismamiento". Son dos hermosos vocablos.

La polémica empezó al formular yo que China puede ser pronto una gran potencia económica, incluso la primera del mundo. Pero en China se hace poca ciencia. Hay muchos chinos que son distinguidos científicos, pero trabajan en inglés. China fabrica casi todo, pero los Estados Unidos exportan conocimiento y literatura. Algo parecido podríamos decir de Alemania.

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